sábado, 7 de septiembre de 2013

Insultos


-¡¡Me cago en la puta madre que te parió jodía maricona de mierda!! ¡Me cago en San Dios y la Virgen Puta! 

-¡Pero qué ordinario, barriobajero y malhablado! 

Como sabrá el lector fiel, en esta humilde bitácora no se tienen mayores remilgos en el empleo de las así llamadas palabrotas. El hecho de que aparezcan con asiduidad en estos articulillos diletantes que escribo (entreveradas, eso sí, en medio de la más fina prosa) responde a que yo soy, en directo y al natural, bastante malhablado, pese a que sea un alma de Dios, bueno como esos perrillos ladradores poco mordedores. Este es un espacio "personal", pura opinología. Así, es probable que algún alma cándida se haya espantado ante la ocasional profusión de mis ordinarieces, expresiones de mal tono y giros barriobajeros, ¡y eso está muy bien! Ese individuo tiene todo el derecho a no soportar las pataletas de un servidor, causadas por las subnormalidades que me enervan, y sí a querer ilustrarse en lugares en donde se debatan con rigor los temas que más le apasionen. Para eso ya hay cientos de blogs, webs y foros en donde pueden argumentarse criterios, encontrarse cobijo bajo el paraguas de la teoría, insertarse referencias, demostrarse cómo Habermas se vendió al Capital desde que se separó de Adorno, etc. A mí me la sopla el debate. Lo que me interesa es reflexionar, yo, a mi modo. Y si ese reflexionar, si esa voz resulta simpática y hace que tú reflexiones tus movidas por tu lado, me llenaré de alegría. Los debates no sirven para nada. Lo que sirve es que digamos qué pensamos- si pensamos algo- y que cada uno haga después lo que crea conveniente con sus erradas o acertadas (pre)concepciones.

Hecho este excurso, volvamos a los insultos. ¿Existen realmente las "malas palabras"? ¿Cómo es posible que en una sociedad desquiciada como la nuestra, en donde los que gobiernan dicen mentiras en público que le cuestan la vida a miles de personas, un insulto- tu puta madre- o palabrota- pollaboba- pueda ofender a la ya tan lacerada conciencia de los ciudadanos? ¿Tiene alguna utilidad mantener la barrera entre las buenas y las malas palabras, o acaso podemos decir que solo son entradas en el diccionario como cualquier otra, herramientas del lenguaje de las que podemos echar mano sin hacer distinciones? 

En varias ocasiones he visto cómo en blogs "serios", de esos de mucho debate, réplica y contrarréplica, un comentario aderezado con un rácano "cabrón", con un desabrido "joder", ha sido objeto del más severo correctivo por parte del resto de voces, indignadas porque un troll quiera acabar con el buenrollismo imperante, mientras que un párrafo escrito con corrección pero absolutamente lleno de odio e inquina, de mala hostia verdadera y alusiones personales sumamente hirientes, se cuela tan pancho por las redes de la censura, cuando quizás lo que hubiese que censurar (si es que hay que censurar algo, y Dios no lo quiera) sería precisamente la mala follada de algunos. A la hora de ser un bicho no hacen falta palabrotas. 

Por otro lado, si pecásemos de "relajación en las costumbres" y equiparásemos un insulto a una palabra común, no tardaríamos en provocar los bostezos del lector, que, más que ofendido, se aburriría mortalmente, pues si nos dedicásemos a soltarlos con la insistencia del niño que fascinado con la palabra "puta" la repite sin cesar hasta acabar con el carácter inhibidor de la prohibición, le quitaríamos la pimienta a nuestro flow retórico. A mi entender, el insulto debe tener cierta significación o significación aproximada, ser buen epíteto, porque no es lo mismo ser acusado de "pingafloja" que de "pollaboba". Alguna tensión freudiana o lacaniana debe haber de fondo en todo esto, y por algún motivo freudiano o lacaniano que desconozco tengo la sensación de que es importante mantener dicho veto precisamente para violarlo, pues como bien dice el refrán, las reglas están para saltárselas. Para saltárselas, ojo, no para acabar con ellas.

Como posible conclusión diría que no habría que tener miedo ni mucho menos reparo mojigato a la hora de demostrar las finuras de nuestro estilismo lenguaraz, siempre que sea menester, pero al mismo tiempo no está mal recordar una vez más (otra vez más) que no todo vale. Si acabásemos con el régimen especial del que disfrutan los insultos y groserías en el lenguaje, éste se aplanaría. Y eso sí que sería una putada del carajo.  


Post scriptum: Muy pronto Rayco Ancor, el de afilado pico, tendrá noticias para ustedes...

2 comentarios:

M dijo...

Cagar, madre, puta, joder, maricón, mierda, virgen, Dios...
Las palabras; una simple combinación de letras que unificadas conforman un discurso, lo que hemos tenido que pasar para llegar a ellas, del simple gruñido de nuestros primos lejanos hasta los estúpidos sms en los que desaparecen las letras, ¿volveremos a los gruñidos?.

La barrera, creo que está más en el propósito con la combinación, entonación y en el contexto en que aparezcan, que en el significado en sí, porque puta es puta, puta a secas, puta de mierda, mierda de puta, puto día de mierda o puta suerte por no pisar una mierda, no siempre es denigrante, incluso hay gente hasta que le pone si te la susurran...

‘¡Cabrón!’. A priori, si alguien se dirige a nosotros de esta guisa, es un adjetivo molesto
y provocador de más de una pelea. Claro, que si quien te lo dice es tu mejor amigo al
saber que te has ligado a la macizorra del 4º, lo más seguro es que saques pecho y
luzcas sonrisita de triunfador. ( Http://yorokobu.es/y-tu-mas-cabron/)

Y luego viene el significado dependiendo de donde se digan: A las putas se las llama Gato en Argentina, Fleje en Puerto Rico y retozonas en México o zorra en Costa Rica.

No hay malas palabras, son palabras a secas, el uso que se le dé ya es otro cuento, y la reacción que provoquen también, personalmente pocos insultos me han hecho tanto daño como frases correctas y bien articuladas, en el momento justo, y que aún hoy las recuerdo, como bien dices, para ser ruin no hacen falta las malas palabras.
Es más, a veces cuando alguien te suelta un insulto no se sabe a ciencia cierta si lo dice para joder, o porque le jode a ella/el.

Que SI, que son necesarias y hasta saludables, que si te pillas el dedo con la puerta y no sueltas un taco
se te cangrena el dedo y te lo amputan seguro, no es lo mismo, estoy segura que igual que hablar solo disminuye el riesgo de infarto, soltar un -me cago en al puta- de vez en cuando, reduce el estrés.

Y luego están los silencios... Casi peor.

José Otero dijo...

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