martes, 8 de mayo de 2012

Megamix

                                  

Hace tiempo que no escribo nada porque he decidido meterle mano a un texto sobre pintura un poco más largo que los que habitualmente cuelgo aquí. Lo escribo por dos motivos: el primero es una expo en la flamante nueva sala de arte del Gabinete Literario de Las Palmas, con su pequeño catálogo, que debería inaugurar en junio, y que se canceló hace meses, así como toda la programación del espacio hasta nueva orden. Dicho texto para el catálogo, cuya dirección artística corría a cargo de Francisco Castro, iba a ser la base de una suerte de conversación extensa y prólija entre ambos, más experiencial que académica, sobre el arte de la pintura. El segundo motivo ha sido la visita en la Neue Nationalgalerie de la magnífica retrospectiva de Gerhard Richter, y sobre todo sus declaraciones ya añejas en torno a la pintura, que así rezan:

„Über die Malerei zu reden, ist ja nicht nur sehr schwierig, sondern vielleicht sogar sinnlos, weil man immer nur das in Worte fassen kann, was mit der Sprache möglich ist – und damit hat ja eigentlich Malerei nichts zu tun (…) Die Bilder machen was sie wollen“ 

"Hablar sobre pintura no solo es muy difícil sino que incluso puede que no tenga sentido, porque solo se puede atrapar con palabras lo que pertenece al lenguaje, y con éste no tiene la pintura nada que ver (…) Los cuadros hacen lo que les da la gana" 
(Traducción, discutible, de un servidor)


Estas sabias palabras, que de alguna manera también comparto, me provocan la misma sensación que aquel conocido axioma de Wittgenstein: "de lo que no se puede hablar, lo mejor es callarse", esto es, unas ganas horribles de parlotear cual papagayo. Ese "puede que incluso" de Richter termina siendo una provocación de carácter casi erótico, porque el hecho diario de pintar y pensar en lo que se hace, en mi caso y creo que en el de todos los pintores (al menos desde el Renacimiento) es inevitable. Así que estoy inmerso en la redacción de páginas y páginas de vaporosa prosa intelectual con la esperanza de encontrarme algo interesante por el camino de lo inútil. Hasta que descubra ese tesoro submarino, y para que mis legiones de fans no me digan que "estoy perdío", aquí van unos frutos secos, variados, salpicón de carne y pescado, sándwich de salchicha del de Calle13 o megamix trepidante de temas sin desarrollar con el groove mental de estos últimos días.



-Tres libritos: 1) "Breve historia del Neoliberalismo" de David Harvey, realmente, el libro que todo ciudadano debería leer. De la más rabiosa actualidad- pese haber sido publicado en el 2005, antes del inicio "oficial" de la crisis en 2008- resulta imprescindible para entender que el neoliberalismo no solo es uno más entre todos los sistemas económicos existentes, en contra del dogma de fe que se le impone a la opinión pública de que "no queda otra alternativa", sino que encima es poco eficiente y chapucero, además de injusto. 2) "La industria cultural", de los viejos amigos Adorno y Horkheimer, un capítulo fundamental de la "Dialéctica de la Ilustración", libro éste que se me atragantó por la complejidad técnica de sus otros capítulos, y que aquí resulta clave para entender en qué clase de cultura vivimos. Su "radicalidad" (el decir la pura y simple verdad sin rodeos) sitúa el texto fuera de nuestra experiencia cotidiana de la cultura. Recuerda en esto al Debord de la "Sociedad del Espectáculo", recreando con cada página aquella sensación de que lo que experimentamos como natural, como práctica cultural normal o legítimamente establecida, es una pura perversión, un reflejo invertido y siniestro de lo que debería ser. De vez en cuando, en su seriedad demoledora, da risa. Si compaginamos su lectura con las informaciones culturales profesionales de los medios de comunicación, tipo el "Bobelia", podemos asegurarnos las carcajadas porque se desencadena el efecto del quiebro en el sentido que tanta gracia nos hace cuando nos cuentan un chiste. El problema es que, por desgracia, esto va en serio. 3) Por último, una recomendación especial para curators y artistas a los que les guste mucho la cita ornamental y el etiquetado intelectual "La estética como ideología" de Terry Eagleton. Si se lo pegan enterito, a buen paso, y con libreta de apuntes, quizás, a lo mejor, puedan entender a Hegel o Nietzsche con cierta profundidad y continuar haciendo circular resabios filosóficos con algo más de conciencia respecto a lo que (no) saben. Un buen manual sobre la historia de la estética, que explica cosas muy difíciles con relativa facilidad. Enfermizamente subrayable.


-Carreras. Corrí la media maratón Big25 de Berlín, con un grado de fiebre. La terminé al borde del desfallecimiento haciendo una marca completamente lamentable. Sigo sin saber si correr emancipa o aliena. Creo que las dos cosas, dependiendo de cómo lo enfoquemos. En esto, correr me sigue recordando al arte. Ya me apunté a otra el día 26 de agosto. Da vicio. Como el arte.


-Le hice un favor de diseño a un amigo que me pidió un logo para el Foro Crítica y Sociedad de Las Palmas. Él quería a toda costa que lo hiciese con tipografía de máquina de escribir, y así lo hice, aunque a mí no me gusta nada, probablemente también porque soy el diseñador más nefasto de la tierra. Uno de los puntos fuertes del Foro es la urgente y necesaria idea de la recuperación del pasado como fuerza transformadora de la sociedad actual, en contraposición al paradigma temporal capitalista del progreso. El logotipo con máquina de escribir de imitación, sin embargo, me parece un mal intento vintage, y el vintage o lo retro es precisamente la forma concreta que tiene el capitalismo de recuperar el pasado, como los filtros fotográficos del instagram, para convertirlo en exclusiva en un producto mercantil estéril y descontextualizado. Viejo, sí. Vintage, no. 















-Me piro a Tailandia pasado mañana con Moneiba Lemes, hasta el seis de junio. Aparte de los cuatro tópicos sobre el país, como la cucaracha frita, no sé qué me espera allí ni qué haremos. Ya les contaré. Bis bald!