sábado, 23 de mayo de 2015

Viaje alucinante a la mente de un pepero

Ustedes, amigos y amigas, que visitan esta apartada esquinita bloguera regularmente o acaban de llegar a ella y que, contando con el eventual aterrizaje de algún marciano derechosillo, se consideran progresistas (en el ancho espectro de la palabra), recordarán cuál fue la respuesta electoral que el 15-M obtuvo hace cuatro años: una auténtica patada en las partes pudendas, sí, amigos y amigas; en sus cojones. El Partido Popular sacó una mayoría aplastante en el país y ganó holgadamente en la ciudad de Las Palmas. Mañana hay elecciones municipales y probablemente el recuerdo de la tremenda desilusión les acojone o acongoje. En Madrid, a lo mejor, Manuela Carmena, alguien cabal y decente, pierda ante la hija de la requeteputísima madre de Aguirre, bicho malvado a ojos de cualquiera, ruin universal. El desierto crece. Entonces uno piensa, en este orden: ¿qué ha pasado? ¿quién les ha votado? ¿quiénes son los peperos? y finalmente, ¿qué quieren, qué piensan, qué desean en su fuero interno los peperos? 

¡Acompáñenme en este alucinante viaje a la mente de un pepero!

El Partido Popular se considera a sí mismo un partido de centroderecha de ideología liberal o neoliberal. Según David Harvey (1) serían más bien lo segundo, porque la diferencia básica entre un liberal y un neoliberal es que el primero se arriesga a asumir los costes de sus políticas económicas y el segundo subsana sus "errores" (como se ha comprobado muchas veces, calculadas maniobras financieras para que los de arriba cobren más) rescatando bancos y exprimiendo a la ciudadanía. Así, aunque el sufijo neo parezca otorgarle un aire de triunfador evolutivo al neoliberal, lo cierto es que resulta una versión más primitiva de su predecesor pues necesita de más Estado, el encargado de arreglarle los supuestos destrozos a la famosa "mano invisible", más ciega que invisible.

Un pepero, fino y sincero, debería pensar así:

"Desde Hobbes sabemos que el hombre es un lobo para el hombre y que necesita de un aparato coercitivo que regule su excesiva libertad. En una sociedad contemporánea democrática, y frente a la respuesta totalitaria que termina siendo tan o más brutal que el propio estado de naturaleza, ese aparato coercitivo es el mercado capitalista. El mercado capitalista es una instancia de mediación que transforma dicha coerción en una progresiva y suave regulación de todas las relaciones humanas, la manera menos violenta de canalizar la ley natural de la evolución social. Comerciando y compitiendo en el mercado, dejamos de matarnos. Los que mejor preparados están crean una riqueza de la que finalmente terminan beneficiándose los que peor se adaptan. Por ello, cuanto más pueda ensancharse el mercado, cuanto más capital pueda acumularse, mejor vivirá el conjunto de la sociedad, incluidos los que menos pueden (o quieren) aportar. En este contexto, el papel del Estado debe limitarse a hacer cumplir en todo momento esa libertad sublimada o mejorada que es la libertad de mercado, pues la libertad "a secas" es simple brutalidad. Desde luego, la reducción total de la violencia inherente al ser humano es imposible de lograrse, pero pensar que todos somos iguales y merecemos lo mismo es injusto porque hay algunas personas que trabajan y hacen más por el conjunto social que otras"    

Nuevamente nos preguntamos, ¿es eso realmente lo que piensa un pepero, papeleta en mano? ¿O más bien esto otro?

"Yo tengo mis ideas muy claras y nadie me las va a cambiar: soy español y orgulloso, y voy a defenderme hasta la muerte de quien venga a joderme a mí y a mi país, un país grande, con muchos, muchos cojones. Tenemos un gobierno de maricones, pero es el único medianamente decente que hay: o gana el PP o nos comen los progres, los moros, los machupichu, los catalanes y los vascos. ¡Pena del muerte a ETA y también a esos, perroflautas asquerosos, los de Podemos! ¡Viva España, me cago en Dios! ¡¡Viva España!!"

Aunque, según en qué medio nos movamos, podamos reconocer estas dos voces, cierto es que no representan al común de los votantes del Partido Popular, siendo la primera una ficción de ideólogo de think tank conservador y la segunda, pues eso, un españolito cazurro típico, con sus mundialmente famosos cojones. ¿Qué piensa entonces un pepero medio, la masa de votantes que hace realidad nuestras pesadillas, y que, atendiendo a los abultados números, nos rodea? ¡Míralos! ¡Ahí están! El pibe ese corriendo por la Avenida de Las Canteras, la pureta con mechas del Servicio de Atención al Cliente en la tienda de móviles, esas dos amigas paseando con las bolsas de El Corte Inglés, el hombre aquel tomándose un güisqui en una terraza, etc., ¿podemos preguntarles por qué lo hacen y qué quieren?

Aquí nuestro viaje se hace tortuoso y oscuro. Podríamos pasar mucho tiempo argumentando contra el ideólogo neoliberal (2), manejando autores y datos históricos, o rompiéndonos la mamona con la bestia facha y sus muchos cojones, pero parece sumamente difícil indagar en los deseos del votante medio. ¿Y por qué nos cuesta tanto? Porque entraríamos a debatir en el territorio de su medio conocimiento o media educación política (la halbbildung de Th. W. Adorno), los argumentos que nos mastican los formadores de opinión en los medios de comunicación de masas y las consignas estúpidas que los partidos políticos nos gritan en función de sus diversos intereses. El votante medio, y en particular el de la derecha,  tiene un fabuloso megamix de movidas raras en la cabeza por el cual es difícil abrirse paso a razonar. ¡Pero un momento, por favor!, ¡mucho cuidadito! 

Me resulta bastante irritante la solemne postura del pretendido sabedor que no desea enfrascarse en esta banalización del discurso del Poder- nuestra democracia espectacular- y que se abstiene de opinar en el foro público por la falta de nivel discursivo de los votantes y los representantes políticos. Y es cierto: amigas y amigos, los votantes, ustedes y yo, y los representantes políticos en su mayoría, somos todos unos troncos de col de gran categoría. Adquirir una visión amplia de lo que se cuece en una democracia, en cómo se articula todo este cotarro que nos maneja (y que también podemos manejar, ¡por supuesto que sí!), requiere de altísimos conocimientos de práctica y teoría política. Pero la democracia no es cosa de expertos sino cosa del pueblo. Así que si nos tenemos que quitar el sombrero para escuchar megamixes ideológicos insostenibles como el del votante medio del PP, o de cualquier otro partido político, eso haremos. Nuestra democracia sigue siendo un barrizal asqueroso en donde lucha gente decente (en permanente contradicción con muchas cosas) y en donde también viven ratas que se sienten cómodas en la hez, deseando el Mal, como Aguirre. 

¿Que piensa, finalmente, entonces el votante standard del Partido Popular, ese pepero medio que nos gana las elecciones? ¿Cómo es, en efecto, el megamix que tiene en la cabeza? Aquí siento defraudarles, pero no sabría decirles. Además, ustedes ya leen los periódicos: que si la confianza de los mercados, que si hay que ser serios y cumplir con Europa, que si la Marca España, que si somos un gran país en riesgo de desintegrarse, que el progresismo es ineficiente y el paro está en su ADN, que si triunfase el experimento venezolano los inversores huirían, que la corrupción es normal en cualquier partido en el poder porque los españoles somos así, que hay que reforzar las fronteras porque los extranjeros acabarían con nuestra cultura, etc. 

Disculpen que nos hayamos dado la vuelta de regreso en este alucinante viaje, casi llegando al final. Supongo que para poder asomarse al contenido real de los deseos de sociedad de cualquier persona (dicho sin tanto refinamiento, a su opinión política), sea ésta una alta institución de la intelectualidad o un analfabeto, lo que habría que calibrar es su grado de honestidad y su grado de miedo y, más tarde- si queremos ejercer alguna influencia- tratar de poner la honestidad ante el miedo, el peor de nuestros miedos, el que todos sufrimos: el miedo a nosotros mismos.

pd. ¡Suerte mañana, y que salga Groucho a la presidencia, Cantinflas al Cabildo y Pedro Reyes al Ayuntamiento (incluso si hay que pactar con Epi y Blas), antes que estos ppatanes!   

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(1) Dice Harvey que el neoliberalismo es la forma moderna del liberalismo en la fase globalizada y transnacional: "la práctica liberal y la neoliberal (...)  bajo la primera, los prestamistas asumen las pérdidas que se derivan de decisiones de inversión equivocadas mientras que, en la segunda, los prestatarios son obligados por poderes internacionales y por potencias estatales a asumir el coste del reembolso de la deuda sin importar las consecuencias que ésto pueda tener para el sustento y el bienestar de la población local. Si ésto exige la entrega de activos a precio de saldo a compañías extranjeras, que así sea" Harvey, David. "Breve Historia del Neoliberalismo". Akal. (El presentador de la sinopsis videográfica o spot publicitario del libro en la página de la editorial les sorprenderá) 

(2) "No puedo convencer a nadie mediante argumentos filosóficos de que el régimen de derechos neoliberal es injusto. Pero la objeción al mismo es bastante sencilla: aceptarlo es aceptar que no hay más alternativa que vivir bajo un régimen de incesante acumulación de capital y crecimiento económico en el que no importan sus consecuencias sociales, ecológicas o políticas". Op. cit.