jueves, 10 de junio de 2010

Funerales


Según me cuentan, pronto saldrá en Canarias una revista titulada "Untitled" que hará presentaciones de artistas canarios. Jose y Javi (Martín y Sicilia www.martinysicilia.com) aparecen en el primer número y me pidieron que les escribiera un texto sobre su rollito. Aquí va: 


Martín y Sicilia de visita en la funeraria 

¿Qué es el arte? Pero qué pregunta tan obvia y ordinaria. ¿Quién continúa aún dándole vueltas a eso? El arte es cualquier cosa que etiquetemos como tal. “La justificación institucional”, dicen los expertos. Qué tipos tan listos, los expertos. Institución es, según la RAE: “Cosa establecida o fundada”. Si me cojo una borrachera con un amigo y de repente nos parece muy artístico el turco que nos sirve el kebab de amanecida, su grácil pericia performática al cortar con el largo cuchillo las finas lascas de la inmensa bola de carne, no existe ni una sola razón de peso para que ese señor no se convierta en la próxima estrella de la Documenta. Mientras dos personas estén de acuerdo (en este caso, mi imaginario amigo y yo) ya basta para que suceda el arte.

Una pregunta algo más elegante sería: ¿Es ésta obra de arte pertinente en el momento presente? Lo que más en bruto vendría a significar: ¿Es buena la obra? Las pertinencias o bondades de las obras de arte se valoraban antes en un marco social más o menos concreto en donde era posible, con cierta formación y tras arduas discusiones para establecer consensos, conocer las coordenadas para el juicio, así como los modelos a imitar. Esa fue la era del arte burgués. Su piedra filosofal, la emancipación. Emanciparse era para los burgueses sacudirse de encima los malos rollitos y violencias que les generaba su querido y al tiempo denostado capitalismo. El arte era una sofisticada válvula de escape espiritual que, practicado con tesón y perseverancia, liberaba de las servidumbres ideológicas producidas por un contexto socioeconómico muy determinado. 

Hoy ya no existe la burguesía. El capitalismo, eso sí, sigue gozando de muy buena salud. El arte actual, emancipado de la emancipación y sustentado teóricamente por la magra justificación institucional (que recuerda, en versión barata, al curioso argumento para la existencia de Dios de Anselmo de Canterbury) no cumple ninguna función formativa o espiritual que vaya más allá de elegir un empleo cualquiera, hacer business in the lobby, dejarse ver, entretenerse, codearse con gente VIP y recuperar discursos caducados- si la dicha es buena- de la época en la que existían parámetros en donde certificar pertinencias. Nos queda una glamourosa y ultracapitalista dedicación high class como pudiera ser la joyería, la moda o el golf profesional. Ahora, como decía el otro: “No nos hacen falta sardinas para beber agua”

En este ambiente, Martín y Sicilia son unos maestros. Solo hay que atender a los títulos de sus exposiciones individuales (Plan B, Relatos de bolsillo, Nos ponemos por los suelos, High Season…) para darse cuenta de que casi todas sus obras se enmarcan en el millonésimo funeral del arte, y por ello están, como en todo funeral, preñadas de drama, pero también de la impostura de la repetición: las lágrimas son puro atrezzo…y menos mal, hastiados ya como estamos de tanta negatividad ontológica paralizadora. Mientras nos invitan, sin fuegos de artificio ilusionistas, a ver el combate de boxeo que acaba en beso, el accidente de tráfico que nunca ocurrió, la invasión de helicópteros de pegatina en la ventana, o el aburrimiento de la clase adinerada ante sus supuestas pasiones, se nos hace obvia la pantomima obsoleta de toda la escena global del arte actual. Esta manera de posicionarse creativamente ha sido muy elocuente a tenor de la legión de artistas (entre los que me cuento) que han encontrado en el obrar diáfano de Martín y Sicilia un modelo para seguir adelante cuando ya todo nos indicaba que lo cabal era dejarlo, lo que resulta paradójico en este tiempo incapaz de entender sus propias reglas. Así, el consejo que le daría a todas las personas que, por algún extraño capricho, de pronto decidiesen ser artistas sería, sin duda: “Hagan como Martín y Sicilia”