martes, 9 de noviembre de 2010

El artículo de Rayco



Hace un par de posts, Rayco Márquez (www.raycomarquez.com) me escribió el siguiente comentario:

"Estaría de puta madre que hables un poco, si no te es un coñazo, de cómo haces para emancipar los cuadros de la fotografía. A mi como pintor me cuesta muchísimo, y justo ahora que vienen tiempos en los que todo el mundo se replantea lo que está haciendo... y que cada día hay más peña que usa la foto pero como algo puramente orientativo, y joder... la pintura que me mola es la pintura pintura, la de tomar decisiones, la de romper para construir..." 

Trataré de responder reconstruyendo mi corta trayectoria pictórica, que últimamente está algo revuelta. No sé si esto ayudará a la práctica de alguien, pero al menos me sirve de recapitulación personal.

Cuando comencé a pintar, el método que utilizaba para generar ideas era el de la libretita. Dicha libretita, que está ahora guardada hasta nuevo aviso, recogía con esmero citas de libros, referencias a obras de arte, imágenes de los medios, pensamientos intempestivos, y hasta números de teléfono y recetas de cocina. De ese revoltillo nacían composiciones que se formalizaban primero como dibujos en el mismo cuaderno, nada "artísticos" sino muy orientativos, después venía una sesión fotográfica a la que le metía a veces algo de Photoshop, y el producto final se proyectaba en un lienzo que trabajaba como un chino, mes y medio o dos meses para un cuadro grandote. Hablando mal y pronto se trataba de obras realizadas en su mayoría con la fórmula del "ponte aquí, ponte allí", tan querida en aquellos tiempos lejanos de la Escuela de La Laguna. Esa formula consiste sintéticamente en coger a tres fulanos y ponerlos como figurantes de una escena banal que hace referencia a otra escena o tema menos banal, qué sé yo, las pateras, la fugacidad del tiempo y la muerte, la sociedad del espectáculo o los árboles no me dejan ver el bosque, pero hecho en casa y con los colegas. 

"El ponte aquí, ponte allí" está muy bien para desempolvar los pinceles porque es una buena forma de destrabarse y sirve para declarar de "interés público" la cotidianeidad de cada cual, aportándole de paso cierto halo intelectual y autorizador a las imágenes, aunque si he de ser sincero, cuando veo plasmada la Teoría de la Acción Comunicativa en un lienzo no me dan más ganas de leer a Habermas, menos aún si el cuadro es bueno. Ese hecho, que probablemente tenga que ver con que la pintura es hoy una disciplina hipercodificada, en donde todo lo que se represente por fuerza cobra significado, se quiera o no, se sea consciente o no, hacía que el resultado escapase de la intención inicial, y eso me molestaba. Manías del control, supongo, aquello del dominio que tanto criticaba el colega Teddy. En cualquier caso, carezco de habilidad ilustrativa o talento para acotar y restringir las derivas de la interpretación con algo de gracia o quizás esté simplemente hasta los cojones de hacerlo.

Este cuadro, bien pensadito e hilado, producto del "ponte aquí, ponte allí" más canónico trabajado en libreta,

         

aunque se parece mucho a este otro,



fue muy diferente a nivel procesual/conceptual. Antes de pintar esta última obra no tenía ni la más remota idea de lo que iba a suceder. Saqué a tres colegas al parque apenas sin pensar en nada y los puse a hacer monerías. Después, con el título, le endosé al resultado no se qué asunto de perder el tiempo. Así que, aunque apenas sean distinguibles por sus formas finales, pasamos de la fórmula creativa del "ponte aquí, ponte allí" al "convocar la metáfora" (también llamada "obra abierta") que genera una situación en la que parece que pasa algo más pero que no se sabe lo que es. La imposición de referencias externas a priori es aquí menor, aunque en la práctica sea la misma, al fin y al cabo, sesión de fotos y figurantes. 

Con estas dos formulitas alternadas estuve trabajando bastantes años aunque siempre me sentí más cómodo con la de la "obra abierta" porque, no sé que me ocurre y eso es algo que me sigue mosqueando, siempre se me cuelan en los cuadros más cosas de las que quiero. Lo que parecía claro es que poco a poco me costaba más llenar las hojas de la libreta. Me bastaba con un esbozo muy grosso modo o, en los trabajos del último año y medio, una simple anotación escrita, para no olvidarme de lo que quería hacer. 

El siguiente punto de inflexión sucedió hace no mucho con uno de los peores cuadros que he pintado en mi vida:


"Greenscreen", tan sumamente grosero y que tanto me gusta, dejó patente la inadecuación entre lo proyectual y lo procesual. Greenscreen (también hay bluescreen) es ese fondo que se usa en las pelis para construir el escenario después con infografía en post producción, mi escena representa a un mogollón de personas metidas en un pleito... o sea, que el pleito es ficción, el pleito es pintura, toma obviedad; ahí está el truquillo, una chorradilla conceptualera impostada que escondía el gusto que me estaba pegando poniendo colores chillones aquí y acullá, de paso partiéndome el culo con la camiseta del pureta del primer plano a la derecha, ya se sabe de qué va la movida, Rayco. Ese día, en el trajín del mezclaypinta con una obra de una banalidad asombrosa me di cuenta de que pintaba sin ningún respeto, o sea, que no atendía lo que pintaba como imagen referenciada (sic), no pensaba en absoluto metáforas o ideas prehechas, sino que simplemente le daba cariñito a las manchas de color, bête comme un peintre. Justo después de "Greenscreen" pinté "Disciplina"



Me propuse hacer lo que siempre hacía con los cuadros pero sin referentes, aplicar la disciplina del callo de pintar, en mi caso, el callo de pintor figurativo; Boceto (tiré unas lineas de dibujo al carboncillo, exactamente igual que siempre hago, con los mismos gestos), le di una primera mano de grisalla respetando dichas líneas, una segunda de contraste, y después trabajé los elementos que iban apareciendo exactamente de la misma manera que siempre he pintado, sin tratar de inventar nada. 

Contrariamente a su apariencia marciana, este cuadro es un ejercicio de contención. Todos los elementos fueron poco a poco tratados, y "aparecían" sin que yo me los inventase. Solo los ayudé a salir. Cuando me di cuenta de la retórica estética que estaba empleando en la cabeza mientras trabajaba  (¿"aparecen" los motivos? ¿ayudar a parir la creación?) me liberé (¿¡LIBERARSE!?), o diciéndolo más académicamente, me propuse concentrarme solo en lo que el propio proceso de pintar me dictase. Tampoco es ningún gran descubrimiento. Es más o menos el paso de Kandinsky hacia la abstracción, un tipo que nunca me interesó nada porque siempre fui más de Malevitch, pero bueno, esa es la cuestión: lo que yo piense o quiera de mi trabajo es hasta determinado punto irrelevante en estos momentos. Así que, como dijo Fidel hace unos años. "Se avecinan cambios. Estaré atento"


lunes, 1 de noviembre de 2010

Cumpleaños



Hoy C H O C A O cumple años, un añito de variedades y majaderías. Contrariamente a la sensación general de velocidad temporal del que se interna en la treintena, me da la impresión de que tengo este blog desde hace cien años. Veamos si aguanta otro más. 

sábado, 16 de octubre de 2010

Dinero






Hace nada el "Aula Cultural de Pensamiento Artístico Contemporáneo de la Universidad de La Laguna" ha abierto una web en donde se debaten diversos temas culturales que afectan a las Islas Canarias. Se llama Futuro Público y se define como un campo para el análisis y la crítica cultural. www.futuropublico.net Me invitaron a participar y, enfoguetado, escribí un artículo que visto días más tarde me ha resultado de lo más impertinente, pues no casa con los hilos de debate, abundan en el los chistes malos y las majaderías, y está escrito, quiera yo o no, desde la precaria posición subjetiva de un trabajador del ramo. Aquí les dejo con él. No me olvido del articulo de Rayco sobre pintar cosas raras. 



Bajar un punto



“Si te va muy bien, es que algo va mal”
Anónimo altermundista

Es una práctica habitual en el añejo mundo de la pintura profesional el tener un “punto”. El punto, denominado también poética y menos frecuentemente “llave” o “clave”, es una pequeña fórmula matemática que permite tasar el precio de los cuadros, así como el de las obras realizadas en papel. Se suman los lados en centímetros de la obra y el producto resultante se multiplica por el punto, siendo así que un artista con punto 10, por ejemplo, vende un cuadro de 100 X 100 cm. a 2000€, o una obra original en papel pieza única, al 50% o sea, a 1000€. En la práctica, el punto se establece al empezar una carrera artística, con las ventas en los primeros escarceos con galerías. Esta herramienta no siempre respetada ayuda a homogeneizar los precios de manera internacional, valorando el caché del artista en referencia a su curriculum o andadura profesional, lo que no quita que un estudiante recién salido de la universidad pueda situar su propio punto en donde le plazca, porque yo lo valgo. No importa. Lo principal es que sea (semi) público, una suerte de garantía para los coleccionistas que confían en que no se les está estafando con precios variables dependientes del momento, la gana o las afinidades personales. Lo principal es que éste jamás baje. El punto solo puede subir, de ahí su importancia en la así llamada revalorización de la obra. Si nuestro estudiante se excedió en la apreciación monetaria de su trabajo, no le quedará otra que disponer de un buen almacén para, como decimos brutalmente en el ramo, comerse los cuadros con papitas.  

Esta matemática parda tiene en el mundillo sus amantes y detractores, pero es lo más cercano que hay a una regla para tasar de forma consensuada una pintura contemporánea acabada de salir del estudio. Quienes critican este sistema alegan con razón que el valor de la obra de arte queda reducido a la cantidad de centímetros cuadrados que tenga, lo mismo un cuadro que una alfombra. Quienes lo apoyan esgrimen la excusa de “lo menos malo”. Mientras no exista otra ley, esta operación por defecto será mejor que la pura nada. En cualquier caso, el punto es un truquillo mercantil de una disciplina artística cada vez más en desuso, la pintura, que aquí nos sirve para exponer algunas situaciones peculiares que se generan cuando el valor se convierte en precio.

A nadie le pasa desapercibido que las obras de arte que se venden en el circuito profesional de las artes son carísimas. Los profanos se escandalizan mientras los entendidos cada día se sorprenden menos con los “boom” del mercado, que de hecho muchos consideran síntomas de salud. Por lo general, el arte vale caro no por costes materiales o por el empleo de una fuerza de trabajo desmesurada, sino por otra serie de cuestiones todas ellas más o menos vaporosas. Es un debate viejo - rancio y de mal gusto en algunos contextos- pero no por ello menos pertinente. Desde antes de la Cruz de Santiago en el pecho del Velázquez de Las Meninas o del gran pollo entre Whistler y Ruskin, ese no se qué que trascendentaliza las obras ha continuado en tela de juicio, pues de ellas mismas parece emanar una suerte de poder mágico que permite valorarlas y sobrevalorarlas económicamente sin que los argumentos de las autoridades que fijan esos criterios sean rebatibles.

Poner precio a una idea es una simple arbitrariedad, pero equiparar ese precio a su valor es siempre un acto de violencia, que en el caso de las obras de arte es muy superior al que se ejerce sobre otros objetos cualesquiera, si estamos de acuerdo en que las obras de arte son antes que nada ideas,  objetualizadas o no. Diciéndolo más bastamente, es más “natural” ponerle precio a un kilo de papas que a una idea.

Desde que llegó en 2008, la crisis económica está golpeando a los artistas con mucha fuerza, especialmente a los canarios. Que se jodan, pienso yo, selber schuld[i]: nadie les mandó a subirse los puntos. Ahora, en un espacio postcrisis devastado por la falta de liquidez, en donde  “no pasa nada” o “la cosa está muerta” expresiones que dan a entender que los billetes no corren joviales de mano en mano, afloran las leyendas urbanas, como por ejemplo que las galerías venden las obras con enormes descuentos, o que los artistas llegan a acuerdos secretos con coleccionistas en donde la opacidad de los precios viene aparejada a las necesidades primarias vitales de los creadores, o que resugen métodos arcaicos como el trueque, pues parece más o menos claro que doscientos euros ahora son mejor que cinco mil dentro de un año, lo que nos ha llevado a pensar sin mucho entusiasmo y resignación: ¿por qué demonios no podemos bajar el punto? E incluso más allá: ¿no sería mejor que todos bajásemos el punto? Más aún, y cuidado no nos quememos en el fuego revolucionario: ¿no crearíamos un mercado más sólido y amplio si así fuese, en donde más personas tomasen parte, en donde los clientes no tuviesen que ser por fuerza de clase privilegiada para pagar las enormes sumas que cuestan nuestras excelsas ideas? Estos pensamientos surgidos de la necesidad acaban por señalar algo nada sorprendente, naiv si se quiere, pero de importancia fundamental: el arte comercial o vendible, con sus artículos de feria (de arte), es un juego para ricos, y los precios altos son los garantes de que las reglas de ese juego no se cambian si los de arriba no quieren. Es imposible como ya vimos certificar el valor de una manifestación artística pero sí es posible tasarla con un altísimo precio, no porque la obra merezca tales honores, sino porque el objetivo es, muy al contrario, trascendentalizar el dinero en sí mismo y toda su cultura. Es por ello que las artes plásticas en específico hacen tan buenas migas con el neoliberalismo, no así como la poesía. En rigor, la obra de arte como mercancía de lujo tiene pocos pilares sólidos en donde apuntalarse, como si los tiene el comercio de oro o de piedras preciosas, pues su valor es el mismo del poema.

Ni la exclusividad del objeto único, ni la supuesta tensión intelectual de la obra- “bomba de relojería” en el salón del burgués como piensan con cómodo candor algunos- ni las habilidades fastuosas de una mano genial, ni la hipócrita sacralización de un fetiche en la era del nihilismo capitalista son capaces de justificar las carestías de nuestros productos usando argumentos convincentes más allá de los símbolos de seguridad de las pertenencias de clase, números y cifras que se defienden a sí mismos mediante seductores trucos mágicos. De estas quimeras nadie se escapa, y mucho menos los artistas que nos ofendemos cuando se nos llama la atención con respecto a nuestros altos precios. La ofensa tiene que ver menos con la contingencias inmorales del mercado actual, que nos fuerza a vender caro, que con el no saber apreciar la capacidad especial esa que debemos de tener escondida, no se sabe muy bien dónde, si en el corazón, el alma o la mente, pero que produce objetos divinísimos y en justicia muy caros.

A diferencia del futbol, en el arte no existe una segunda división. O se juega con Cristiano Ronaldo firmando contratos multimillonarios o se patea la pelota en campo de tierra por amor al fútbol, perdón, al arte. Hoy por hoy, acostumbrados a una critica institucional que ya se ha convertido en un genero artístico y comercial más, a nadie se le pasa por la cabeza bajar sus precios de élite como práctica crítica (o quizás solo como estrategia para cobrar más) incentivando así de paso un mercado con unos consumidores con cuentas bancarias modestas y con unos productores menos emparentados a las estrellas del cine o el fútbol que a otros profesionales con licenciatura superior, un abanico de sueldos amplio que debería adaptarse bien a la avaricia de cada temperamento particular desde, por ejemplo, el mileurismo (un sueño dorado para muchos artistas) a los altos ingresos de un neurocirujano. Por desgracia, es terriblemente cierto que a partir de determinado momento de su carrera, el artista está cuasi obligado a vender caro porque si no el coleccionista, a la japonesa, se siente estafado pagando menos por la magnífica imagen de su propio dinero. Se nos podrá reprochar de manera rigorista el bajar precios reventando la “ética del punto”, pues así se minusvalora automáticamente la obra de los artistas en todas la colecciones, debilitándose el patrimonio de los clientes privados o públicos que han invertido en un bien que solo puede revalorizarse. De nuevo nos preguntamos aquí qué instancia superior dictamina que una obra de arte no pueda (o incluso deba) ser un fracaso económico, lo que transformaría quizás nuestra ética del punto en un punto, o puntazo, de ética

Es necesario delimitar las reglas del comercio de obras de arte, con o sin punto, si es que deseamos dejar de trabajar en una profesión dirigida por el dinero y no al revés, construyendo un bien social con una trascendencia económicamente limitada, en donde el amor por las perras y sus servidumbres ideológicas pasen a una segunda fila para poder voltear de una vez por todas esta bendita página de la crisis, crisis, crisis, crisis…qué aburrimiento.


1 Expresión proveniente de la rica tradición inculpatoria alemana que viene a significar algo así como: “Tu propia culpa”

sábado, 18 de septiembre de 2010

domingo, 22 de agosto de 2010

Progreso





Para celebrar la pronta construcción de trece nuevos hoteles en el sur de Gran Canaria,


les dejo con un documento, que cuesta un poco leerlo porque habrá pasado por algún programa informático de voz a texto, pero que no tiene desperdicio:


que no sepueden hacer negocios ni tirar para adelante bien como tendria que porque ahi veinte mil cortapisas de por medio si quieres rodar un callao de la playa tienes que tener suerte con el poiltico de turno  rellenar veinte mil papeles y mandar a tres tios a comer ventanilla de fijo en el ayuntamiento y el cabildo pagarle a unos machaca ue duerman all si te va bien si vas y no entras p  or la via judicialque eso en otros pises no es asi otros pases que ademas no tienen la gallina de los huevos de oro que tenemos nosotro el turismo no se va a agotar nunca lo digo yo nque ahora esten que no cgan con el moro que si las playas de marruecos y las costas interminables si es   verdad pero que va yo el moro no me lo creo todavia tienen que pasar muchas cosas para que aquello se ponga jugos y yo no lo vere porque eso alle abajo no va a cer cabeza por lo menos hasta dentro de cien aos vete a contarle tu a los touroperadores alemanes que se traigan el ganado gordo a marruecos que inviertan alli fuerte como a   qui o en mallorca cuando vean que alli no pueden beberse un wiski ni comer cochino ni ir a discotecas que nesten dentro del recinto del hotel o coger un jeep yiajar por el pas sin sobornar a la policia sin que los secuestren o les metan una m  ba cuando vean a los morillos babandose encima de la muchachas rubias y diciendoles de puta para arriba por ensear las tetas en lalaya que no hombre que no me lo creosto aqui fue distinto porque el canario aunque fue siempre pobre si  empre fue bueno y hasta el mago mas bruto de las lagunetas era una persona a la que se le podensear lo que le conv iene que es tener dinero carreteras supermercados buenos coches casas yapartamentos sin l soplapolladas de la religion y de ala y del extremism or favorsto aqui es el paraiso y no tiene cotidores reales ademas si sale competencia bienvenida sea pepito vamos a mejor todo turismo de maas calidad no de ingleseborrachos y ge  ntuza que los manden a esos para africa a armarla sino de golf y de perra de resortes  de esos en el sur so ltando blletes creando puestos de trabaj creando riqueza que va mi nio los moros estan todava atrasados en comparacin a nosotrs que aqu hay de todo se tienen qu quitar la chilaba de arrib de la cabza me refiero la cabeza pepe eso es lo m   importante qu quieres t a ver que ordenador qui  eres tu que tanto te gustan las mquinas cual es el que te gusta a ti el mac ese no ra qu moto quieres tu la ducati italiana que es la que a ti te gusta en dia y medio mximo tienes aqu la moto querio a que ms te guste quieres caviar iran del mejor lo tienes quieres chuletn de novillo argentino del mejor te locotes e sto es el paraso mucha gent  e lo est echando a perder poniend obstculos metiendo papeleo regulacions y regmenes fiscales draconianos menudo palo nos dieron con lo del puerto franco cuando los que hemos h  echo esas islas los que hemos construido estas islas dndoles riqueza nohan sido ni los abogados n los mdicos ni los polticos ni los profesores de univeridad ni los arqui  tectos sino nosotros los currantes los empresarios nosotros jalamos del carro y el resto viene dentro mido el que no lo quiera conocer es un gilipolla nas cosas se consiguen primer los capitales e infraestructuras y la  s otras llegan despus tdas las mariconadas da rabia que la gente se olvide de eso a m me da rabia da mucho coraj pepito que uno maniobre como sabe hacercon cabeza y apostando f uerte por crear riqueza aqu y le caigan arriba un viaje de pollabobas aguafiestas y l metan a uno en el talego n el talego me descojono yo de los disidentes d  e cuba me descojono de los presos polticos y los refu  giado que lo nico que hacen es darle a la lengua cuando uno adems de deslomarse a trabajartodos los das en mi poca yo sala de mi casa a las cinco de la maana y llegaba a las nueve diez de la noche por toda la sociedad en peso calladito la boca acaba con   sus uesos en la crcel es de risa pepito descojonate   por favor claro es lo que dice blas osotros los canarios lo tenemos todoero no tenemos nada o sea que nues  tro peor enemigo es el enemigo interir dice nosotros mismos y no me refiero a la coetencia que oye si a lopesan le va bien eso signfica que me va a ir mejor a m porque el dinero atrae el dinero metete eso en la cabeza ya si quieres g  anar perras pepe sino los otros los aguafiestas los que se han metido en las cmaras e comercio a tocar los c  ojoes y que no son negociantes naos ni currantes ni empresarios ni naa una mano de maricones todo el da con el librito de las leyes para aqu y para  all con sus abogados mirando las jugadas ajenas con lupa por puras envidias no san jugar ven que uno juega de putamadrey te cortan las alas como puedan para joderte sin motivo   o es la competencia como se creen os pibes jvenes los empresarios   jvenes porqe la gente con cabeza como yo los que valemos aqu en esta tierra siempre nos hemos entendido bien y hems procurado no pisarnos el terreno qu hay roblemas qu de vez en cuando hay rocs entre nosotros qs lgico raro es que no los hubiese   pero eso siempre los que servimos para alg lo hemos sabido llevar con salud si l final resulta que tengo que ceder yo pues cedo mi nio  para la prxima cedes t sin hacernos mala sagre que con unas centas unos vinitos y unas charlitas de persona umana civilizada sin chilabas y sin babuchas se resuelven odos los problemas del mundo y ms en un sitio tan pequeo como gran canaria sin sangre tedigo que tampoco estamos en sicilia ni esto son reuniones de la mafia algo que le he dicho cien mil vece s a blas cuando se pone tontito con a pistolita gurdate es o totorota a ver si te vas a depelusar la barbaque esto no es el padrino bobiln ntre nosotrosno hay problema  as cualquiera que ha trabajado ms de veinticinco aos lo sabe si lopesan maana hace otro hotl de cinco estrellas en el sur con quinientas habitaciones y cada habitacin usa un rollo de papel higinico por da de promedio es  tarn hacindse todos los das quinientos rollos de papl ms en la fbrica de papel y al final resulta que les har falta otra nave industrial y me van a llamar a mi y a blasito para que se la cnstruya es   el efecto de las mariposas pepito sabes lo que es eso mi nio pues lee un poquito para que aprendas cosas imortantes que eso significa qu  e todas las mariposas de  l mundo aunque sean pequeas son tantas que si agitasen las alas a la vez todas podranprovocar un tornado de mxima potencia  aqu nosotros ms o menos cuando tu naciste la mejor poca e crecimiento que ha tenido can  arias fuimos todos como  mariposas maricones no coo al golpit trabajando entre todos echndonos cables me contratas yo te recomiendo y te prese  nto a otra gente si sabes currar   y tiro prque me toca as montamos lo que montamos aqu un pas civilizado desde las piedras osotros chiquillos de la calle sin educacin superior ni universidad ni pingas en vinagre sino curiosidad ganas de aprender de a vida humildad respeto por lo mayores buenas spaldas para soportar palos y cojones   muchos cojones para romprnoslos trabajando todos los das de sol a sol yo empec cargando sacos de picn pepito yo en el muelle cargaba cn quince aos sacos de picn que venan de lanzarote en u  na carretilla y con veinteos o as me compr un camin con veinte aos pepe en esa poca que se lo cuentas a alguien y no se lo cree mi pobre madre tu abuela en paz   descanse que vendi unos alpendres que tena en el lomo agullo para ayudarme a m a pagar el camin y desde que tuve el camin trasportaba yo todo el picn que poda a dond fuese al sur al norte al centro a todos lados   y en el muelle me tenan a mi loco todo el mundo quera trabajar conmigo brtolom el del picn me deca porque la genteque me daba cosas para transportar ya despus transport material de obra de toda clase saba que conmigo estaban ase gurados que el plazo se cupa que la mercanca llegaba ntegra y que al da siguiente me iba a tener all para informarles de todo de cualquier cosa que me dijesen en destino preparado pa  ra llenar el camin otra vez con mis propias manos y salir a ecape a trabajar como si aqu hubiesen pasado dos portaaviones americanos y aplanado la isla a bombas uego ya sabes la flota de camiones ue tuve antes de v  ender esa empresa y meterme con b  las a trabajar porque a todo el mundo diez aos despus le dio por hacer lo mismo comprando camiones como locos alemanesmejores que los mios el morome descojono pepito all echados en la calle sentados fumando en pia esperando coger a un guiri para estafarlo con una alfombra hecha en china no tienen spritu los moros y aqu todava falta spritunecesitamos ms e  spiritu pepe los canarios ara poder ponernos dode nos merecemos en lo ms alto yo miro para mi casa pepito yo miro ahora todo lo que tego esa tele esa mesa ese siln grande con el tapizado de vaca o cebra yo que s  piel de verdad que se abre e  norme que lo compr mi mujer en paz descanse sin decirme nada y con mi dinero carismo y que tanto te gusta a ti para dormirte las siests el jodo silln lo miro y despus meacuerdo de quin era yo de   cmo pesaban los putos sacos de picn y cmo yo tena el hombro en carne viva al principio y con un callo por toda laespalda al final me acuerdo de cmo se trabajaba en esemuelle de ver a algn otro animal como yo currando que al final tambin consig  i colocarse como dios manda y me echo a llorar no lloro ni nada cojones pero me dan ganas coo se me saltan la lgrimas sinquerer sabes por qu no lloro por culp del enemigo interior eso en vez de darme pena como mis recuerdos de nio tra  bajador me da rabia poque destruye mis recuerdos y me provoca dndolo todo por esta tierra dejndome la salud la espalda que me la jod con tres aos ms qe tu hermano samuel y dejndome tabin un poco la cabeza no lo voy a esconder que de  sde lo d blas me tengo que comer una pirulita para dormir es una bobera en realidad una cosa de plantas naturales nada muy fuerte segn m dijo el bobera del psiquiatra para que al final vengan cuatro hjos de puta me metan en la crcel y le terminen rob  ando los sueos de un futuro mejor a aquel ni bueno noble y trabajador con la camiseta negra y rasgadel picn que era yo


miércoles, 18 de agosto de 2010

Nachbarn


Lo que vemos en la foto, justo en frente de donde vivo, son casitas de veraneo agrupadas en colonias, muy populares en las ciudades alemanas. Cuando llega el buen tiempo se llenan de gentes que entre esporádicos rayos de sol y cerveza caliente disfrutan de diversas actividades recreativas. Abundan allí figuras de porcelana (tradicionales son los enanitos tipo David El Gnomo) como la espectacular y agresiva pantera negra que custodia la puerta, pequeños laguitos artificiales para que los pajaros se bañen, modestos huertos y un césped siempre puntillosamente cortado, al cuadrao. Los carteles en las vallas colindantes a la propiedad con fotos de brutales perros rabiosos y mensajes amenazantes dirigidos a los posibles intrusos son de antología. Mis vecinos tienen dos caniche.       

¿Qué mas podemos decir del mundial de fútbol? El que no se ha escondido tiempo ha tenido, o sea, que ya ganamos lo que parecía imposible, ya festejamos, y ya hablamos de todo lo que festejamos. A mi me tocó vivir el triunfo en Alemania, en donde la marea roja no fue más que una pequeña olita. 

El anterior mundial de fútbol se celebró aquí y en él sucedió un fenómeno de lo más curioso, y es que, desde la Segunda Guerra Mundial jamás se había visto una explosión tal de banderas alemanas, ni siquiera en otros episodios clave en donde la historia del país se transformó radicalmente como fue la Reunificación. De la Reunificación se pueden hablar siglos; unos la han considerado una auténtica Revolución en el sentido más emancipador de la palabra y para otros fue el último escalón hacia el salvajismo social en el que vivimos. También se podría hablar un buen rato acerca de la profusión de banderitas, que tuvo a los medios críticos y no tan críticos del país entretenidos en revisar sus cosas, sus identidades, complejos de culpa, sentimientos de pertenencia, aspiraciones y miedos propios, cuando la peña espontáneamente y azuzada por el fútbol, una expresión de amor a la patria sin tanto tanque, se lanzó al "todo a un euro" chino para barroquizar sus balcones y coches con los símbolos de la soberanía.

Yo, como es habitual, no voy a comentar el tema en profundidad. Solo relataré la jugada de mis vecinos. 

Según me cuentan mis informantes nativos, estos "Schrebengarten" (las casitas de veraneo con jardín) suelen ser muy apreciados por la clase trabajadora popular, aunque es cierto que al menos en Berlín hacen ahora furor entre los "öko" urbanitas, amantes de la cultura ecológica, votantes de los verdes, consumidores de productos bio, etc, ecopijos o no. La palabra "proletario" en alemán, además de significar lo mismo que en nuestra lengua, puede usarse como insulto en su versión corta. "Prolette" es, en la imaginación tópica, aquel señor pelao al cuadrado o al tazón (no hay consenso entre los expertos acerca de la denominación exacta de este estilismo) que recorre la ciudad en scooter (Mofa) y al que le gusta tanto la música del pumba pumba como repartir hostias y hacer el malaje cuando sale de la fábrica alienado.

Vistos desde mi balcón, mis vecinos parecen unos buenos "Prolette" y me vienen haciendo un desfile de banderitas durante los últimos cuatro años que me tiene gozando.

Las primeras en ser colgadas, cuando comenzó la fiebre en el anterior mundial, fueron dos banderas alemanas pequeñas, sin símbolos, solamente con los tres colores, negro, rojo y amarillo. Meses más tarde las retiraron para poner una única e inmensa bandera con la Cruz de Hierro en medio. La Cruz de Hierro (Eisenkreuz) pese a que es actualmente el símbolo del Ejército Alemán, quizás precisamente por ello, es dentro de determinados contextos una versión ligera y legal de la otra Cruz Gamada (Hakenkreuz) tan bonita, supernazi y prohibidísima. Recuerdo que cuando era muy, muy pequeño pintaba como un obseso miles de cruces gamadas en la parte de abajo de mi escritorio, ante el descojono de mis atónitos padres. Parece quedar claro en el imaginario general de, al menos, la gente entre la que me muevo que un tipo rapado con botas de cuero y chaqueta bomber que luce un pin de la Cruz de Hierro no es un activista de Greenpeace. Tras la inmensa bandera cuasifascista o, por lo menos, militar, volvieron a aparecer de nuevo las pequeñas tricolores, las más vistas por la ciudad.

Después de un periodo largo de tiempo, coincidiendo con el último mundial, y pasada ya la Eurocopa, hubo una nueva reordenación simbólica en el jardincito de mis vecinos, que corresponde al estado actual del lugar, tal y como podemos apreciar en la foto. Una gigantesca bandera central sin Cruz de Hierro, pero con el águila imperial, el escudo de armas de la República Federal Alemana actual.

En los extremos de la propiedad se alzan otras dos banderas no tan grandes pero también de buen tamaño, que, curiosamente ofrecen una imagen collage de las banderas de todos los países existentes, una bandera mundial. ¿Qué les ha pasado a mis vecinos? ¿Por dónde me van a salir ahora? Seguiré atento, aunque me parece que en los próximos meses la llamada de la patria se va a congelar un poco.


              

sábado, 10 de julio de 2010

Canon Bloom


Me advirtieron que no lo leyese. “Es un autor de derechas” me dijo un buen amigo. Se trata de “El Canon Occidental” del profesor Harold Bloom, uno de los críticos literarios más respetados a nivel mundial. “El Canon” como su propio nombre indica, es un intento por fijar y dar esplendor a los 26 autores literarios, según Bloom, más importantes de toda la historia occidental. Un libro así, escrito en los años noventa, no puede publicarse sin generar automáticamente una polémica. Esto es lo que lleva al propio autor a escribir un interesante prólogo de defensa al canon que él mismo titula “Elegía al canon”.  
No sé hasta qué punto Harold Bloom es de derechas. Lo que sí está bien claro es que está gordísimo. Me recuerda mucho, su tipillo de profesor estrella norteamericano, a Richard Rorty, ya fallecido, que también estaba súper bosta. Ignoro si Bloom es marica, pero en cualquier caso vive, y afirma que la filosofía de Rorty es la más interesante que se ha hecho durante toda la segunda mitad del siglo XX.
Bloom, en su sapientísimo, erudito y majadero libro, está obsesionado con dos matraquillas principales. La primera es Shakespeare y la segunda, lo que él mismo denomina “La Escuela del Resentimiento”:
Shakespeare es para Bloom lo que Maradona para los futboleros en Argentina. Es el centro del canon. El resto de la literatura y pensamiento humanos se forma en derredor suya. En los personajes de las grandes tragedias de Shakespeare (Macbeth, El Rey Lear, Otelo, Hamlet) está todo. TODO. Cervantes, Borges, Joyce, Kafka, Proust, Beckett, y más aún, Freud, Marx, Wittgenstein, Nietzsche… la plana mayor de las letras y la sabiduría, que solo se han podido limitar a establecer una relación agonística con el escritor de Stratford, una lucha de la que siempre se sale perdiendo, pero una lucha creadora. El “agon”, el enfrenamiento con Shakespeare de todos los autores anteriores y posteriores es lo que ha hecho florecer la cultura occidental. Bloom es un flipao de Shakespeare. En cada página lo nombra. Y la come un poco con eso, la verdad.
La otra pataleta del gordo son los ataques a lo que él denomina “La Escuela del Resentimiento”, en sus propias palabras, los neomarxistas, neohistoricistas, multiculturalistas y feministas. Tiene un cabreo con Foucault de una intensidad solo comparable a su adoración por Shakespeare. Según él, estas corrientes de pensamiento e interpretación son las principales culpables del actual ocaso de la gran literatura. Durante un tiempo Bloom estuvo algo vinculado a la crítica literaria deconstructiva, llegando a publicar un libro en colaboración con Derrida. En el "Canon", sin embargo, años más tarde, reafirma constantemente la supremacía del puro juicio estético como salvaguarda de la literatura, el único garante que existe para poder certificar la no caducidad de las obras y su universalidad.
La estética… A veces solo sabemos qué significa esa palabra cuando hablamos de peluquería. Peluquería y estética. Pues bien, Bloom, gordísimo, tiene muy claro que aún en el nihilista mundo en el que vivimos, de cabeza hacia el Apocalipsis del encefalograma plano, quedan personas como él, estudiosas y eruditas, con competencia suficiente para juzgar las obras de arte solo desde el plano estético. Que Shakespeare sea la catalización de las fuerzas creativas sociales del Renacimiento Inglés no es lo crucial, porque una explicación, justificación o enmarcado teórico que se salga de las propias reglas de la pura literatura pervierten cualquier interpretación correcta sobre la misma. La literatura no es más que “un intenso amor por la lectura”. Interpretar desde la ética o la justicia historica solo es robarle fuerza al libro, comprenderlo mal, pues como ficción, está más allá de cualquier autoridad moral. Puede ser  reaccionario, nazi, asesino, etc… lo fundamental del libro es que sea bueno, de calidad, y no muera a los pocos años de ser publicado. Los libros canónicos son aquellos que le hablan al resto de la Humanidad que nos ha de sobrevivir, para siempre.
En este sentido Bloom, está profundamente resentido con “la Escuela del Resentimiento”, que ha llenado su Facultad de Humanidades de Yale de profesores de hip hop, hermeneutas del género y expertos en culturas populares del interior de Malí que no profesan ningún apego mayor a su idolatrado Shakespeare y que por descontado desprecian su canon.  Bloom es puro WASP (White Anglo- Saxon Protestant) y así lo manifiesta en su libro con, por ejemplo, un capítulo titulado “Borges, Neruda y Pessoa: Un Whitman hispano-portugués”
En fin, no sé por qué me embarco en estas cosas. Supongo que porque me sigue inquietando mucho aquello del  “juicio puramente estético”, algo que en pintura parece paradójicamente al mismo tiempo invisible y omnipresente. Para lavarme de tanto Bloom por ahí tengo la“ Estética como Ideología” de Eagleton sin acabar, un neomarxista resentido, diría nuestro orondo amigo. En cualquier caso, si aceptamos sus reglas, y profesamos un “inmenso amor a la lectura” el Canon de Bloom, entendido como una  revisión particular de determinados grandes autores, soportando su obsesión por Shakespeare y su llorada resentida, es un libro tremendamente inteligente y lúcido, con interpretaciones de lo más curiosas (su teoría del “agonista”, la importancia de las “malas lecturas” o de la “angustia de las influencias”) que sabe sacarle el jugo a las obras que analiza, y que, incluso a disgusto, se disfruta.

Como anécdota final, un pequeño pollo. Hace años, un prestigioso periódico norteamericano le pidió a Bloom una crítica sobre el best seller infantil Harry Potter. Él se negó, pero tras muchas insistencias (“si tanta gente lo lee- alegó el periodista, inocentemente- por algo será”) accedió a leer la obra y escribir el artículo. Dijo, como era de esperar, que era una reunión de tópicos escritos en el peor estilo posible, ejemplo perfecto del proceso de estupidización de los lectores y de la literatura en general. Lógicamente, fue objeto de un arrollador aluvión de críticas e insultos y se le tachó de ser insensible, elitista y cortarrollos, que no sabía apreciar el gusto de un público, los niños, que aun no habían tenido tiempo de atragantarse de referencias como él. Un tiempo más tarde publicó: “Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades”, una suerte de canon de la literatura infantil.

jueves, 10 de junio de 2010

Funerales


Según me cuentan, pronto saldrá en Canarias una revista titulada "Untitled" que hará presentaciones de artistas canarios. Jose y Javi (Martín y Sicilia www.martinysicilia.com) aparecen en el primer número y me pidieron que les escribiera un texto sobre su rollito. Aquí va: 


Martín y Sicilia de visita en la funeraria 

¿Qué es el arte? Pero qué pregunta tan obvia y ordinaria. ¿Quién continúa aún dándole vueltas a eso? El arte es cualquier cosa que etiquetemos como tal. “La justificación institucional”, dicen los expertos. Qué tipos tan listos, los expertos. Institución es, según la RAE: “Cosa establecida o fundada”. Si me cojo una borrachera con un amigo y de repente nos parece muy artístico el turco que nos sirve el kebab de amanecida, su grácil pericia performática al cortar con el largo cuchillo las finas lascas de la inmensa bola de carne, no existe ni una sola razón de peso para que ese señor no se convierta en la próxima estrella de la Documenta. Mientras dos personas estén de acuerdo (en este caso, mi imaginario amigo y yo) ya basta para que suceda el arte.

Una pregunta algo más elegante sería: ¿Es ésta obra de arte pertinente en el momento presente? Lo que más en bruto vendría a significar: ¿Es buena la obra? Las pertinencias o bondades de las obras de arte se valoraban antes en un marco social más o menos concreto en donde era posible, con cierta formación y tras arduas discusiones para establecer consensos, conocer las coordenadas para el juicio, así como los modelos a imitar. Esa fue la era del arte burgués. Su piedra filosofal, la emancipación. Emanciparse era para los burgueses sacudirse de encima los malos rollitos y violencias que les generaba su querido y al tiempo denostado capitalismo. El arte era una sofisticada válvula de escape espiritual que, practicado con tesón y perseverancia, liberaba de las servidumbres ideológicas producidas por un contexto socioeconómico muy determinado. 

Hoy ya no existe la burguesía. El capitalismo, eso sí, sigue gozando de muy buena salud. El arte actual, emancipado de la emancipación y sustentado teóricamente por la magra justificación institucional (que recuerda, en versión barata, al curioso argumento para la existencia de Dios de Anselmo de Canterbury) no cumple ninguna función formativa o espiritual que vaya más allá de elegir un empleo cualquiera, hacer business in the lobby, dejarse ver, entretenerse, codearse con gente VIP y recuperar discursos caducados- si la dicha es buena- de la época en la que existían parámetros en donde certificar pertinencias. Nos queda una glamourosa y ultracapitalista dedicación high class como pudiera ser la joyería, la moda o el golf profesional. Ahora, como decía el otro: “No nos hacen falta sardinas para beber agua”

En este ambiente, Martín y Sicilia son unos maestros. Solo hay que atender a los títulos de sus exposiciones individuales (Plan B, Relatos de bolsillo, Nos ponemos por los suelos, High Season…) para darse cuenta de que casi todas sus obras se enmarcan en el millonésimo funeral del arte, y por ello están, como en todo funeral, preñadas de drama, pero también de la impostura de la repetición: las lágrimas son puro atrezzo…y menos mal, hastiados ya como estamos de tanta negatividad ontológica paralizadora. Mientras nos invitan, sin fuegos de artificio ilusionistas, a ver el combate de boxeo que acaba en beso, el accidente de tráfico que nunca ocurrió, la invasión de helicópteros de pegatina en la ventana, o el aburrimiento de la clase adinerada ante sus supuestas pasiones, se nos hace obvia la pantomima obsoleta de toda la escena global del arte actual. Esta manera de posicionarse creativamente ha sido muy elocuente a tenor de la legión de artistas (entre los que me cuento) que han encontrado en el obrar diáfano de Martín y Sicilia un modelo para seguir adelante cuando ya todo nos indicaba que lo cabal era dejarlo, lo que resulta paradójico en este tiempo incapaz de entender sus propias reglas. Así, el consejo que le daría a todas las personas que, por algún extraño capricho, de pronto decidiesen ser artistas sería, sin duda: “Hagan como Martín y Sicilia”

domingo, 2 de mayo de 2010

Reboso



Un poco de autobombo. El próximo miércoles día 5 presento en el Espacio Canarias de Madrid (c/Alcalá, 91) las obras que he hecho durante el último medio año, todas bastantes distintas entre sí, abstracciones incluidas.  






Según reza la nota de prensa: 

"(...) Lejos de una concepción estilística unitaria o de un grupo de obra monolítico, la exposición abre  simultáneamente varias líneas de creación pictórica diferentes entre sí que, pese a todo, acaban entrelazándose en un conjunto estético coherente. El carácter heterogéneo de las imágenes apuntan a un “reboso” de sentido: es menos importante conducir las líneas interpretativas que las obras producen hacia discursos teóricos estancos que atender al proceso interno que ha llevado de unos cuadros a otros, tratando dilucidar las relaciones mutuas entre ellos"






lunes, 19 de abril de 2010

Cita

Un pequeño extracto de "La estética como ideología" de Terry Eagleton, sobre las implicaciones políticas de la estética empirista inglesa (Burke y Hume), que quizás podriamos, dando un pequeño salto, poner en conexión con el articulito de Proust:

"Por una parte reivindicar los derechos de la experiencia afectiva frente a una razón implacablemente unilateral es, no cabe duda, un rasgo en principio progresista. La mera irrupción de lo estético marca, en este sentido, una determinada crisis en la razón tradicional a la vez que abre una nueva orientación en el pensamiento que se antoja potencialmente emancipadora o utópica. A finales el s. XVIII, esas invocaciones al sentimiento serán identificadas como peligrosamente radicales. Hay en lo estético un ideal de comunidad basado en la simpatía, el altruismo y los afectos naturales que, junto con la confianza en un individuo que experimenta el placer en sí mismo, supone una afrenta para el racionalismo de la clase dirigente. Por otra parte podría sostenerse también que un movimiento de este tipo acaba eventualmente suponiendo una pérdida devastadora para la izquierda política. (...) lo estético en Gran Bretaña ha sido patrimonio de la derecha política. La autonomía de la cultura, la sociedad como una totalidad expresiva y orgánica, el dogmatismo intuitivo de la imaginación, la prioridad de los afectos particulares y de las lealtades indiscutibles, la intimidatoria majestad de lo sublime, el incontrovertible carácter de la experiencia "inmediata", la historia como un crecimiento espontáneo insondable para el análisis racional: estas son en efecto algunas de las formas en las que lo estético se convierte en un arma en manos de la política reaccionaria. Dicho de otro modo: la misma experiencia vital que es capaz de brindar una poderosa crítica de la racionalidad ilustrada puesde convertirse también en la patria de la ideología conservadora"

sábado, 3 de abril de 2010

Grfft Brln



Hace siete años, cuando me mudé a Berlín, un amigo me pidió que le escribiera un artículo sobre el graffiti. No lo hice en su momento por diversos motivos. Con algo de retraso, aquí va. 


Me agrada el graffiti.

El grafitti es una de las prácticas que tienen lugar dentro del más amplio conjunto del “street art”, o arte urbano, que de un tiempo a esta parte, como muchas otras manifestaciones estéticas sociales se ha hecho bastante amigo del arte contemporáneo. Sí, ese, lleno de pijos, con galerías, curators, coleccionistas etc. No sé que le ven tan guay al arte contemporáneo, la verdad, grafiteros, cocineros y programadores de videojuegos

Mis conocimientos enciclopédicos al respecto del arte urbano son bastante pobres. Un par de documentales, un par de amigos grafiteros, pero básicamente leyendas urbanas regadas de cerveza jueliendo las pestes del spray que despiden  mis colegas de profesión currando en la pared de detrás mía el domingo por la tarde de resaquilla en el Mauer Park. En cualquier caso, queda más o menos claro que vivo en una de las capitales mundiales del “street art”. Aparte de este hecho infraestructural, mantengo una cierta afinidad gremial con estos creadores, producto de las ocho horas diarias que me paso llenando con color superficies planas semiabsorbentes.  

Sin ánimos de entrar con profundidad en consideraciones históricas y metodológicas (rigores que nos encanta escamotear en este lindo espacio nuestro) es una obviedad decir que existe arte urbano desde que existe la urbe. Incluso antes hay antecedentes, el feliz día que se le ocurrió a un adolescente dejar su "aquí estoy yo" con un trozo de carbón en una casa de adobe  de su mesopotámica aldea, o más allá aun, en la pared de una cueva. Arcaizando menos, nos acordamos de aquellas bellísimas incursiones y actividades re-creativas en el Paris de los 60 de nuestros amigos los borrachines situacionistas, casi cuarenta años antes de que Bansky saliese en el periódico, día sí, día no, "montándola". Parece que solo sabe montarla, ese chiquillo.

Supongo que el mainstream o la arcadia originaria de donde sale el arte urbano actual tiene que ver menos con las pintadas espontáneas descubiertas en las calles de la antigua Roma que con la cultura de la subcultura de las megaurbes de los ochenta, "do the right thing". Se nos hace fácil visualizar aquel suburbio efervescente del NY ochentero mas popero y hiphopero, donde se da la creatividad entre el crimen y el fashion, aún cuando en nuestros días la urbe ofrezca espacio a otras maneras de hacer que no siempre se parecen a aquel gesto poco mediatizado y gratuito del Geist del barrio; el joven precario ante la legalmente protegida blancura del muro. Tras el marasmo de actividades cuasiefímeras que se suceden en las calles, con spray y plantilla, papel pintado, rodillo y brocha,  rotulador edding, desechos reciclados así como otros materiales menos canónicos, queda en el imaginario popular una pregunta final, bastante naiv pero no por ello menos sustanciosa, y que atañe a cuestiones legales o de legitimidad social: ¿Se trata de arte o de vandalismo? Ya tuvo que meter de nuevo las narices el arte en esto...

Me agrada el arte, un poco, no demasiado, y no me gusta nada el vandalismo, esa es la  verdad. Quiero decir, ir por la calle y que me den hostias por la cara, que me roben la bici, que me vaya a sentar en la guagua y hayan echado un pollo en el sillón o que en mi linda puerta de casa, lacada al aceite azul de cobalto imitación, algún machango frustrado deje su absurdo y neolítico rastro imborrable, porque sí. "Si te gusta bien y si no te lo comes con papas igual" pensará él. Como el común de los ciudadanos, prefiero bastante más a los artistas urbanos "que se lo curran", que hacen cosas bonitas, o interesantes, o grotescas, que te obligan a replantearte temas, que crean una poética cotidiana de la ciudad o denuncian sin tapujos al Estado, la Sociedad, el Sistema, la Opresión, etc, con un pedazo de obra que te deja flipando por su calidad y valentía. Sin embargo, creo que, contradiciendo mi gusto, el mejor de los graffiti es aquel que pone sencillamente en rotulador o spray negro "TU PUTA MADRE!", y que está escrito en nuestra propia puerta, por la cara y para joder. Es esencial que nos joda. Que sea feo, cutre, mal hecho, parecido a los otros, un letrarrajo retorcido con la indistinguible marca snob de un autor que no quiere ser artista, ni poeta, ni nada de esas cosas raras. No sabe ni lo que quiere aparte de tocar los huevos y está jodido porque siente y sabe que el mundo se compone íntegramente de caca de la vaca. “Don´t this shit make the nigga wanna jump”

Uno de los puntos fuertes para Berlín del FDP (el partido liberal, el Demonio que ya gobierna en coalición con la derecha en Alemania, pero que lo tiene difícil en el ayuntamiento capitalino, tradicionalmente de izquierdas) es acabar de una vez para siempre con el graffiti. Con el "vándalo", se entiende, porque no alcanzo a  imaginar a un burro que le pueda desagradar alguno de los impresionantes muros pintados que hay en esta ciudad, la mayoría trabajos de encargo o realizados con permiso. Esta cruzada contra el "vandalismo" forma parte de la programación de gentrificación de la capital, resumiendo mucho, un proceso que utiliza a las clases creativas (básicamente, los vándalos y su entorno, que son los que generan "el rollito" en la calle, no los artistas decimonónicos como yo, encerrados a cal y canto, sumidos en sus retruécanos incomprensibles, trabajando para ser remunerados por los más poderosos) para reactivar ciertas zonas problemáticas de la ciudad hasta que se hacen apetecibles a las clases más acomodadas, cuando ya el crimen o la marginalidad han remitido gracias al trabajo de zapa de estos pioneros. Los pijos llegan, compran todo el barrio a precio de saldo y allí, a gustote, se acomodan. Siempre me ha hecho gracia eso de acomodarse. La vieja guardia en cambio, con el deber cumplido, se tiene que largar, más lejos, otra vez a enfrentarse a navajeros, sortear yonkis y putas, andar tenso por la noche etc. cuando los alquileres se triplican en dos años. "Es lo que le gusta a los artistas" pensará el Demonio, que además de ruin es medio subnormal. Así ha ocurrido en mi barrio, Prenzlauer Berg. 

Prenzlauer Berg era ya durante la RDA hogar de escritores, artistas, borrachos y demás gentuza. Tras la caída del Muro atrajo a los especuladores, bien es cierto que sin muchas prisas, y hoy en día es el sector (PBerg+Mitte) más caro del Berlín Este. Sobrevivimos los que mantenemos los alquileres de risa de hace años con una inmobiliaria que, solo sabrá el buen Dios por qué, además me ha rebajado 5 euros en la mensualidad. Me huele a cuerno quemado. 

El debate de la gentrificación, o “yuppiesierung” (yuppiezación) como dice la peña por aquí, es complejo porque las así llamadas clases creativas son tremendamente heterogéneas y sus deseos y modos de entender la ciudad son antitéticos. El espectro de conciencias va, por poner algunos ejemplos tópicos, desde el punk anarquista hasta el trepa de galería, pasando por el clubber apolítico. Sin embargo, la mayoría desea que la cosa "suba", se "ponga bien", siempre y cuando ellos puedan adaptarse a la subida, perpetuando la ya clásica lucha por la supervivencia darwiniana en el capitalismo; el que vale vale, y el que no que se joda.         


En este contexto los grafiteros malos (o sea, los buenos, los vándalos) son como caóticas milicias que con su mal gusto y total renuncia a libar, por desconocimiento o decisión, de las mieles de las Artes y sus beneficios espantan a los nuevos colonos, manchando, rayando las lunas del metro, pues sus víctimas aun juzgan desde el "buen gusto" y solo saben moverse en el espacio estrecho de la dialéctica entre el arte o el vandalismo, una pregunta cuya respuesta desemboca en terrenos meramente decorativos. Los militares no me hacen gracia ninguna y los grafiteros descerebrados tampoco, pero los prefiero mil veces a los pijis de Audi TT, que vienen a enguarrar en su aburrimiento existencial nuestra manera más relajada de entender el rollito, lejos de la obsesión por la perra y todo el espíritu formativo que ella genera.


En Berlín, gran ciudad tranquila, todavía se puede vivir. Hasta cuándo se podrá es el tema de debate por excelencia, al menos entre mis amigos, con cada café y con cada cerveza.

"Arm aber sexy" (Pobre pero sexy) era la consigna que manejaba para su ciudad  hasta hace pocos años el mismo alcalde Wowereit, una seductora propuesta política de doble filo que si se mantiene en un buen equilibrio no está nada mal. Hay que puntualizar: Pobre aquí quiere decir "no brutalmente neoliberal" porque en Alemania la pobreza real, indigencia y marginación social es muy baja; todo alemán tiene derecho a un techo y a una paga mensual suficiente para comer. Esto es real y sucede incluso con la derecha en el poder, azorados por los liberales para acabar con estos mínimos. Respecto a lo de sexy, bueno... Berlín no es Copacabana, pero comparada con cualquier otra urbe de este país, secón y aburrido en esencia, es innegable que tiene su puntito, la piba. 

A los artistas vándalos les honra el hecho, independiente de sus motivaciones y más allá de toda artisticidad, de enervar y mantener a raya a una gentuza que, desde los altos mandos, cambian el paisaje urbano de una manera mil veces más radical, con muchísima más impunidad, medios, repercusión histórica, presupuesto público y caradura que unos pobres pibes pobres que no saben ni qué hacer ya con sus vidas, porque la cosa está, es cierto, cada vez más chunga. Tiran el Palast der Republik y construyen el Castillo de Berlín. Año 2010.  

martes, 9 de marzo de 2010

Proust


Tras haberme leido los siete tomos de "En busca del tiempo perdido" en un año y medio, y estar acabando ya el segundo mamotreto de la monumental biografía sobre Proust de George D. Painter, creo que puedo hacer una sinopsis escueta de la que, dicen algunos, es la mejor novela de todos los tiempos:

La vida y pensamientos de un francés amanerado, pijo, trepa y sensible. 

Se trata de una novela en buena parte autobiográfica. El narrador, la primera persona, es un reflejo no muy distorsionado del propio Proust. Lo que más destaca de ella es, por un lado, la refinada profundidad de la mirada del autor al mundo de la sensibilidad y, por otro, la complejidad con la que piensa la experiencia.

Leyendo "A la recherche", sus larguísimos párrafos de serpenteante prosa preciosista trufados de adjetivos, yo no he conseguido encontrar una característica disociada y puntual que le de la "originalidad" a la obra. No me parece una obra original, sino intensa. Muchos críticos y especialistas, entre ellos Painter, ponen el acento en la bendita "memoria involuntaria", que categorizan como el gran descubrimiento del novelista, un antes y un después en la Historia de la Literatura. Henri Bergson, el filósofo (a la sazón familia política de Proust) teoriza sobre la memoria involuntaria y es obvio decir que este mecanismo del recuerdo estructura partes fundamentales de la obra. Muy conocido es aquel evocador pasaje que desencadena el olor de una magdalena, y que acaba llevando a la conciencia del autor no me acuerdo ya ni a dónde, sin él haberlo deseado.

En cualquier caso, a lo que voy, es que "A la recherche" no se trata en absoluto de una novela filosófica, de una novela que aporte conocimientos racionales o morales, o de un viaje alla Thomas Mann, en donde el personaje aprende a ser en función de la modificación de su persona frente al mundo.

Con Proust no aprendemos nada.

Con él, más bien, nos lanzaremos a las profundidades de un mundo que se ha perdido. Y que si estamos atentos, volveremos a recuperar al final de la novela, en el último libro. Si se me perdona la pedantería, se trata de una novela de redención inmanente.

Para nosotros, postmodernos lectores de blog, la pérdida de ese mundo es doble. Por una parte nos adentramos en el pasado perdido del propio Proust (la vivencia depotenciada) y por otra confrontamos un mundo que a nosotros se nos ha hecho viejo, un cosmos pretérito de ideas y sensaciones que prácticamente se han extinguido en el día a día de los contemporáneos del s. XXI en Occidente. ¿Quien es capaz de visualizar y comprender (y sobretodo de aguantar) cuatro páginas de sensorialidad exacerbada por causa del color de los pétalos de un lirio, a las once de la mañana, en la campiña estival francesa? Para empezar, yo no sé qué es un lirio. Yo sé lo que es una Ducati 1098S, una motito guapísima de mil cc. que si tuviera pasta, mañana me la pillaba. 

Proust es un habitante de un universo anacrónico, que se debate por recuperar su propios recuerdos ya ancianos. Una doble antigüedad para nosotros que sitúa "A la recherche" dentro de una categoría cultural muy específica: El masque. "A la recherche", rollo viejón, es un masque de mil pares de cojones. Una novela en la que no pasa apenas nada. Mortalmente lenta y larguísima, trata de gente que vive su vida, normal, palante, con sus rollitos de amores y amistad entre pijos absolutamente corrientes, sin que ocurra ninguna cosa guapa, sin explosiones, sin movidas, sin asesinatos, sin trama, vaya, una novela que no tiene un final, porque toda ella es un final, un bucle que nos lleva al Tiempo Recobrado, al principio del todo y vuelta a empezar. Regresamos al primer capítulo en el que Proust se pasa cientos de páginas explicándonos el pesar que le supuso cuando era niño, un día concreto, que su madre no subiese a su cuarto a darle un beso de buenas noches. ¿Tú te puedes creer eso, rallarse de esa forma porque tu madre no te da un beso y te dice "buenas noches"?  

Con Proust nos cansaremos de visitar los salones de la alta burguesía y aristocracia parisina de principios del s. XX. Marcel "amaba complacer al prójimo y ansiaba causar buena impresión" (Painter), y dedicó casi su vida entera al noble arte de trepar en la escala social y hacer la pelota a la gente VIP. Nacido en un hogar de la burguesía media- alta de París (su padre fue un respetado médico y científico), Marcel soñaba, se moría, se corría de gusto, pensando en el día en que sería aceptado por sus propios méritos en los salones más exclusivos de la alta aristocracia del Faubourg Saint- Germain, meta que consiguó, subiendo varios peldaños en la empinada pirámide social, por su talento como lameculos y, en segundo lugar, por su talento como escritor, o más bien, personaje de ingenio. 

Marcel dormía durante todo el día hasta la caida del sol, no trabajó nunca (un día como bibliotecario), viviendo de sus padres y gastando dinerales. Famosas por su generosidad eran sus propinas. El asma lo mantenía postrado y era un importante motor de decisiones en su vida, un asma que no impedía en absoluto la vida normal de un hombre por lo demás sano, pero que le servía de excusa para no dar golpe y visitar cuantos hoteles de lujo hubiese en el territorio francés, igual que Ernesto Guevara, que también era asmático.

Las cartas que Proust envía a sus adorados astros en el firmamento de las castas superiores sacan los colores a cualquiera por lo exacerbado del peloteo. Sin mosca alguna, le dora la píldora radical a quien considere un "caballero" o una "dama". Pero mucho ojo, porque se trata de un peloteo per se, autónomo, detrás del cual no hay ningún business en el horizonte, objetivo material o posicionamiento estratégico para darle bombo a su carrera. Desea ser simplemente reconocido, que se hable bien de él, que se le quiera y se le estime en lo más excelso de la sociedad, muy probablemente, porque su madre no le dio un día un beso de buenas noches.

Este espíritu complaciente tan suyo, visible tanto en la novela como en su vida, le condujo a que muchos de sus compañeros de juventud que también se dedicaban a la escritura lo marginasen:

"Nos parecía que tuviera mayor interés en hallar el camino de acceso a ciertos salones de la nobleza que en dedicarse a la literatura. Esta nefasta afición puede descubrirse incluso en sus obras; sus personajes eran duquesas y condesas con nombres absurdos, de quienes jóvenes y deslumbrantes héroes con propios medios de vida se enamoraban, siendo frecuentemente correspondidos" 

El siglo XX está ya bien entrado. Baudelaire es un clásico enterrado. Mallarmé un viejo. Las vanguardias están a la vuelta de la esquina... ¡Ay, Proust! Qué personaje.       
 
¿Por qué entonces enfangarse con "A la recherche"? Bueno, pues porque da mucha bola. Las cosas buenas son las que dan bola, pero no todas las cosas que dan bola son buenas. Si no, podríamos engancharnos al "World of Warcraft", literalmente un universo que nos permite dejarnos en él la vida (e incluso ganárnosla). Viéndolo de modo general, "A la Recherche" es bola muy buena para la bola de la lectura, que es, sin duda alguna, una de las mejores bolas en la vida.

Proust es a la lectura como un trago de medio vaso de tequila a la borrachera, nos sube automáticamente a otro nivel. La literatura toda se hace otra y la leemos distinto. Ocupa un lugar, se asienta. Sin que nos haya pasado nada, sin que nos haya iluminado, adoctrinado o enseñado conocimiento alguno, nos señala un pedrolo que antes no habíamos visto -Coño, ¿y esa piedra?- decimos. Proust nos obliga a mirar un pedrolo tremendo que teníamos delante de las narices y sobre el cual jamás habíamos reparado, y que ahora forma parte de los mojones que señalizan los caminos de la conciencia, sin que haya sucedido más. No en vano se consideraba "un escribano", en el sector tópico de los artistas que transcriben lo existente, sin inventar nada. Ahora, una vez lo hemos visto, si alguien nos quitase de en medio nuestro querido pedrolo nos haría infelices, nos robaría un cacho de vida, para los espíritus menos poéticos, al menos la media horita/tres cuartos diarios durante el año y medio que le dedicamos a la pija de Marcel. 

Porque el acto físico de la lectura de "A la recherche" resulta de lo más significativo, debido en parte a su brutal extensión en el tiempo. Con ningún otro libro, al menos yo, he tenido tal sensación de conciencia de lectura, de "estoy ahora aquí leyendo", como he tenido con éste ladrillo, ayudado también por la rotundidad del masque viejón, un masque intenso, que nos obliga a ocuparnos intensamente, no un masque laxo y sinsentido. La imagen del lugar de la lectura y la posición, a fuerza de repetirse, parece planeada desde la propia obra, que es un ejercicio constante de apreciación sensorial e inspección del pensamiento que, por último, creo, revierte en la realidad del lector. Terminar, simplemente acabar la obra, es ya una Memoria Recuperada. Entenderla bien supongo que será algo más. No sin motivo se recomienda su lectura para el ocaso de la vida, en donde no cuentan tanto las aptitudes para la compresión como la capacidad de desvelamiento que activa la experiencia.

Nos acordamos pues de cómo era leer a Proust, performáticamente, de cómo día tras día Meike, mi novia, dormía al lado o leía su "Montaña Mágica", sus libros sobre el mercado del arte, su "Historia de la Fealdad" de Eco, o su libro de Kapuscinski, mientras nosotros continuábamos con el solotroco gabacho. Recordamos exactamente las barras frías de hierro de la litera, el momento de apagar el flexo con las últimas fuerzas del día, el sonido de la calefacción al calentarse y abombarse la chapa, el vaso de agua de la mesilla de noche con sabor a polvo del día anterior, los polvos improvisados de entremedias, y venga vuelta y dale y sigue con Monsieur de Charlus y la Princesa de Luxemburgo y el Salón de los Verdurin, y Swann y Odette y su puta madre.   

Leer a Proust nos vuelve un poco más locos, más desnortados, un pelín más esquizofrénicos, porque se trata de una obra en donde impera el reboso de sentido; todo cobra significado, todo llega a ser importante, material en relación a otro material, y por lo tanto la existencia en general se complejiza y ello lleva a un estado de sobreexcitación por acumulación de estímulos poco recomendable para el urbanita ya bastante irritado con la saturación imaginaria del capitalismo. Por eso digo que Proust, al contrario que la Bildungsroman, no enseña nada, más bien, instala a la persona en una muy incómoda desorientación (neo-incertidumbre en nuestras certezas construidas, discursos y opiniones) respecto de todo aquello que no sea la más pura y directa sensibilidad subjetiva, que aparece como la única verdad real. "A la recherche" nos hace ver con sinceridad y sin ningún ánimo propositivo de convencer (no es una novela de tesis, ensayística o "ideológica") que todas las películas que nos montamos más allá de esta pura subjetividad son cuentos chinos que cualquier persona medianamente cabal no puede por menos que creerse con reservas. ¿Nihilismo? No. Desnudez, si acaso. Punto de partida, quizás. 

Estos pensamientos categóricos, inevitables, están absolutamente ausentes en la novela, que, como repito,  no es una novela teórica, sino una toma de conciencia y una experiencia de tiempo y posición, mediante el calibrado perfecto de la herramienta de la sensibilidad. 

Malas derivas proustianas podrían ser el escepticismo, la amoralidad y la despolitización del pensamiento, aunque el mismo autor en su propia vida de pijo burgués maltratador de criados (los ponía a servir de noche, cuando el señorito se levantaba, después de que éstos hubiesen currado el día entero) tuvo momentos de compromiso político rotundos, como por ejemplo durante el caso Dreyfus, una polémica de corrupción militar que derivó social - más o menos entre tradicionalistas y progresistas- y partió a Francia en dos.

Los superfan de "A la Recherche" apoyan aquella idea (en la que no entraré a discutir ahora) que dice que la obra de arte, la buena, no le debe rendir cuentas a nadie, porque está mas allá de todos los asuntos mundanos y le habla directamente a las subjetividades, una por una. Más allá de ese cerrado diálogo intrapersonal, sólo quedan humo, oscuras teorías de cenáculo e insinceridad. 

Es frecuente la figura del escritor o artista que no puede o no quiere entregar su Tiempo Recobrado a los otros, su jardín interior que tanto le ha costado plantar y que le salva de las miserias humanas antes de que llegue la muerte, irreversible e inexorable, sin querer darse un salto a ver qué hay en el patio trasero en donde se dan de hostias el común de los mortales, ignorantes, apestosos, violentos, sucios, zafios, bastos, malencarados, groseros y llenos de odio, podríos de mierda.

Por cierto ¿dónde se conseguía aquel machango cabeza de Proust con barba de Marx?