sábado, 30 de enero de 2010

Vincent




La mayor fuente de datos que tenemos sobre Vincent van Gogh son sus cartas, especialmente las cerca de ochocientas que le escribió desde sus distintas residencias en Holanda y Francia a su hermano Théo, que vivía en París. Théo van Gogh es una figura fundamental para comprender la obra de Vincent, y no sólo por haber sido el receptor de dicha correspondencia.

Théo fue el sostenedor económico de Vincent, al que le enviaba parte de su salario y materiales. Además, y no menos importante, era un conocido marchand en el París de los impresionistas. Sin Théo no hay Vincent. Van Gogh (además de la línea media de colores al óleo de Talens) es esto: Vincent + Théo, como supo ver R. Altman en su respetable biopic al respecto, una de las poquitas pelis de artistas que, aunque incurre en bastantes topicazos insoslayables, no produce sarpullido al verla. Sarpullidos horribles: "Las Horas", "La Joven de la Perla", o, más en otra onda y actual, "El Lector", con una escenita de lectura entre lágrimas que pone los pelos de punta... 


Me gustaría leer las cartas de Théo. Ignoro si están publicadas. Estoy terminando las de Vincent. Una lectura que despeja por sí misma una imagen de artista que siempre me ha resultado de lo más odiosa y falsaria y oportunista: el loco torturado por el Arte, el medium ciego que transcribe la Verdad sin referentes anteriores, el hombre que no necesita de nada ni de nadie, el chamán del orgasmo al pincel.

Hay tres cantinelas principales en las cartas: 1) Véndeme cuadros 2) Dame dinero 3) Curro como un animal.

Vincent repasa junto a su hermano, una y otra vez la, diríamos hoy, fórmula del éxito. Desea a toda costa estar dentro del circuito comercial y se considera con cierta humildad y dudas, (pese a sus nulas ventas) uno más entre los impresionistas. Las cartas basculan siempre en la dialéctica "Quiero vender / Que le den por el culo al mercado". El ansia de vender es tanta o mayor como su desprecio al sistema institucional. Echa pestes del mercado, pero ruega por su reconocimiento, presionando a la persona clave, su hermano. ¿Alguna anomalía en el comportamiento, aspiraciones y quebraderos de cabeza de la mayoría de los artistas?

Resulta sospechoso que se tenga por un outsider a un tipo que, incluso sin vivir temporadas largas en París, era amigo personal de la plana mayor de la pintura de la época, artistas que conocían y apreciaban mucho su trabajo: Cézanne, Gauguin, Bernard, Toulouse- Lautrec, Seurat, Signac, Pisarro, etc. Si consideramos un outsider a un hombre con tan excelsos "contactos" es porque se nos ha enseñado a aceptar el mito, vía capital, del trauma del hombre puro redimiéndose estéticamente enfrentado a los sucios tejemanejes del comercio. Van Gogh es una leyenda incomprendida SOLO porque no vendía nada. 

Su pintura, perfectamente engarzada en los estilos y maneras de trabajar del momento, llena de referencias y citas a sus cohetaneos (incluso muy in, y chic en concesiones a la moda japonesista en Francia) no parecen decirnos nada al respecto. Lo que cuenta, lo que funda su genio descomunal y único, es el hecho de que no vendió un cuadro en vida. Paradójicamente, muy paradojicamente, esto hace que Vincent van Gogh sea con diferencia el artista más caro de su hornada en la Historia.    

¿Por qué no vendió en su  momento? Yo qué sé. Aparte de por vivir en puebluchos alejados de la escena, supongo que por lo típico: no querer hacer la pelota a los que tienen billetes, ni dejarse ver, ni ir a  inauguraciones y cenitas, ni dar abracitos, ni ser amigo de Jerry Bender, cosas odiosas, dependiendo del talante, que se las traga uno mejor o peor, al igual que tantas otras cosas horribles que hay que mamarse si se elige esta profesión (como modo exclusivo de ganarse el pan) y como otras muchas cosas horribles que hay que mamarse en la vida. Suerte que era austero y tenía un hermano que se dejaba sacar el dinero.

Asombra en las "Cartas" la cantidad de referencias que hace a otros autores y el número de libros que maneja, dando la imagen de un autor culto que no sé por qué razón se ha dado la vuelta con el mito del "loco del pelo rojo" que  produce arte a través de un sentimiento interno en bruto, intraducible e inexpresable en palabras. Van Gogh habla constantemente de lo que hace, destripa, repasa, analiza incluso técnicamente, compara, cierto que con mucha pasión y mucho fuego, pero interpretando intelectualmente. Delacroix (omnipresente), Victor Hugo, Tolstoi, Hokusai, los Goncourt, Zola, Manet, Vermeer, Millet y Ruysdael aparecen en cada esquina como referentes directos, casi en formato "dossier", texto con imagen, ya que Vincent escribía a Théo sus reflexiones entre los bosquejos al carbón de sus obras. 

Respecto a la locura (ingrediente fundamental para la fetichización, mistificación y posterior hinchamiento de precios) hay bastante literatura, médica y de ficción. Mi humilde opinión es que las condiciones de la pobreza (pobreza con criada) en las que se vio nuestro amigo, una marginalidad social absolutamente separada de los flipes pictóricos, degeneró en una cierta neurosis (en nuestro desquiciado tiempo, de andar por casa) a la que se añadieron las tensiones de cualquier currante apasionado, con mucho que hacer y aprender. Esto se trató desde el punto de vista patológico y no desde la óptica material. Théo no podía mandarle mucho dinero. Ciento cincuenta francos, se suele leer en las cartas. Si hubiese alcanzado los trescientos mensuales, hubiese comido bien, pagado su alquiler, colores y telas, acabado con las deudas y no se hubiese "vuelto loco". La solución fue ingresarlo en un psiquiátrico y, como sabemos, si te meten en un psiquiátrico sin estar loco, te chiflas. A L.M. Panero lo metieron la primera vez en el psiquiátrico por fumarse un porro.

Y lo de la oreja fue Gauguin, que se la cortó con un puñal que tenía, el muy cabrón.