lunes, 11 de junio de 2012

Impresiones del enemigo

Acabo de llegar de unas maravillosas vacaciones en Tailandia, pero no hablaré aquí de maravillas sino de cosas horribles. Hablaré del enemigo.

Aunque no se considera que pertenezca al selecto grupo de los cuatro "Tigres asiáticos" (Taiwan, Corea del Sur, Hong Kong y Singapur), Tailandia, y en especial su capital Bangkok, parece vivir un crecimiento económico capitalista muy fuerte, tanto desde el punto de vista financiero como ideológico. Tailandia "va bien", en el sentido aznariano, y lo hace configurando un paisaje urbano muy Blade Runner (cuyo ejemplo más notorio en Asia es, según me han informado, Hong Kong) que le puede llegar a resultar extraño a un europeo. Las megatowers de oficinas se alzan junto a las casuchas de los pobres, los yuppies sortean de camino al curro mercadillos apestosos, los centros comerciales de lujo se encuentran casi puerta con puerta con edificios- patera y los ultrarricos pisan la misma acera que los pequeños trabajadores y otros pordioseros sin que aparentemente exista un conflicto visible entre clases a nivel de calle, al menos en cuanto a violencia criminal. 


Se siente en la capital la brisa de un clima óptimo para los negocios, hecho éste que desde hace décadas invita a muchos empresarios occidentales a hacer de Bangkok su residencia. Además, y para acabar de endulzar la estadía, en Tailandia no hace falta ser multimillonario para gozar de los más refinados placeres. Basta contar con unas perritas, que en los ambientes selectos europeos se irían por el sumidero con la factura del primer cocktail. Por su parte, los que tienen pasta de verdad, dinero serio, pueden permitirse lujos estratosféricos que no están ni al alcance de las más brillantes estrellas de Hollywood.


La piñata rota con los regalos por el suelo presenta el escenario idóneo para el darwinismo social; el que vale, vale- y se apodera de todos los regalos a empujones (competitividad)- y el que no, a mamarla.


Francés senior neoliberal (caracterizado por Leslie Nielsen)

Un viejo franchute nos abordó con mucha amabilidad en una esquina de Bangkok, al vernos mirando un mapa que indicaba una calle que no existía. Buscábamos un restaurante, tras haber estado desde las seis de la mañana sin comer. Nos preguntó que qué nos apetecía. Le dijimos que thai, y con un gesto de asco lleno de arrogancia gabacha, nos aseguró que la comida thai era muy mala porque llevaba demasiada guindilla. La mejor comida del mundo era la francesa y en segundo lugar la coreana (el clásico "lo mío es lo mejor". Él era francés, su mujer coreana). Dejamos que nos guiase por las calles en busca de un japonés que juzgaba excelente mientras, tras preguntarnos por nuestra nacionalidad, se puso a despotricar salvajemente de los políticos españoles, cosa que en principio me pareció simpática pero que acabó por otros derroteros. El franchute opinaba, como buen neoliberal, que la política de estado, en la entrada del siglo XXI, era una forma de poder anacrónica y lastrante. Los políticos debían hacerse a un lado para dejarle el paso abierto a los empresarios, que al final son los que resuelven las cosas. El problema no era que la clase política fuese así o asao, corrupta, mala, débil, etc, sino que su competencia y poder eran absolutamente desmedidos; ya era hora de pasar de una visión social política a una visión social empresarial. Los mejores políticos del mundo, nos informó, estaban ahora mismo en Corea del Sur. Se limitaban a mantener un clima seductor para las inversiones y potenciaban desde el Estado los negocios sin cortapisas. Allí llevaba él trabajando mucho tiempo, aunque su residencia estaba en Bangkok, con una empresa francesa, para construir a su baby, el tren rápido de Seúl (o algo así le entendí) Tras largar los clásicos tópicos sobre el "progreso" y el milagro asiático, nos dejó en un centro comercial lleno de pijos occidentales y tailandeses imitando a pijos occidentales en donde se encontraba el japo, caro como su puta madre, al que no entramos. Antes de despedirse, el señor, muy intrigado, me preguntó: "Tú, que eres artista, dime, sinceramente: ¿Fue Picasso un artista de verdad o un impostor?" Para él, era un impostor. Y a los impostores había que darles un golpe en la cara, ¡pum!. Así de resolutivo se mostraba el amable viejito. Un prohombre con las ideas claras.

Obeso noruego tatuado egomaníaco (caracterizado por uno de los cochinos de Wim Delvoye)
Turkish Airlines canceló nuestro vuelo de regreso pero tuvo el gesto, enrollado a la par que desmedido, de alojarnos hasta el siguiente vuelo en un hotel de cinco estrellas con dos comidas durante las ocho horas de espera. En el restaurante, uno de los pasajeros dejados en tierra nos abordó mientras conversábamos con otro pasajero. Gordo seboso mórbido y lleno de tatuajes macarras, el noruego egotista comenzó rapidamente a hablar de sí mismo. Veintiún años en Tailandia, trabajador en la industria petrolera noruega, su familia tenía la mayor plantación de caucho del noreste de Tailandia, su padre era dueño de un resort en Phuket... nos encajó el directo en la mamona en el primer round. Gracias al cielo, su arrogancia nos dio un respiro cuando empezó a hablar de Gran Canaria, pues al parecer había pasado los veranos de su niñez en San Agustín, atisbos de verdad entre tanta fantasmada incomprobable a tenor del conocimiento que tenía de los nombres de bungaloses y otros lugares del Sur. Así como el rollito del franchute enterado podía dar para una pequeña conversación incluso en su visión dogmática de la sociedad y su ignorancia despreciativa hacia todo lo que no fueran business, la vaca marina, aunque era locuaz e incluso brillante a la hora de expresarse, carecía por completo de luces, dispuesta solo a alimentar su enfermo ego de la forma más pueril citando obscenamente las cifras que ganaba y nombrando sus pertenencias. Le gustaba, decía, tenerlo todo doble: dos salones, dos duchas, dos coches, etc. (¿recuerdan al personaje de "Huevos de oro" de Bigas Luna? También a aquél solo le faltaba, decía, tener dos pollas) Nos enseñaba sin pudor su mansión doble por el Iphone, vídeos en los que accionaba una y otra vez el mando de la enorme puerta automática de su fabuloso garaje- so funny! It´s like a game, you know?- y se lamentaba de que las cosas ya no fueran como antes en Tailandia: había que pagarle bien a los miles de trabajadores que sangraban árboles de caucho para su familia, aunque esto tenía sus ventajas, porque ahora trabajaban más rápido y más horas, y la producción se incrementaba. Wow, really, these guys can cut so fast... A él, decía, también le gustaba ponerse el mono de trabajador de vez en cuando y sacarle la leche gomosa a los arbolitos, just for fun. "Todo el día en el despacho te deja el cuerpo anquilosado", aseguraba el cochino. Tuvimos la mala suerte de volvernos a encontrar con él dentro del aeropuerto y de que nos raptara para tomar una cerveza, que se encargó de pedir en tailandés con un tono más allá de lo despótico. Y ahí se soltó la peluca, sincerándose acerca de sus planes vitales y aspiraciones: quería empezar a ganar el año que viene 25.000€ mensuales, y en cinco años, 50.000, "tengo muchos gastos", afirmaba el gorrino, "mi mujer quiere joyas y oro, todas las chicas quieren eso" Moneiba le decía que ella no, pero él no lo podía creer. "Todas, todas las chicas quieren joyas y oro, y si dicen que no, mienten" y sus cinco hijos tenían que recibir la mejor educación, por supuesto en colegios privados, los más caros, that´s the way it is, repetía el muy jediondo, en quince años tendría que estar cobrando 100.000 mensuales, that´s the way it is, that´s the way it is....

Y lo cierto es que, al final, se me ha quedado la impresión de que, al menos en Bangkok, that´s the way it is. Es la dimensión ideológica del asunto la que personalmente más me inquieta, esto es, la aceptación de las reglas del juego capitalista como única posibilidad para el desarrollo personal, la incapacidad del sujeto de imaginar un cambio social material real que nazca del replanteamiento de sus deseos. El metarrelato parece no tener fisuras, es una fe fuerte, el más extendido de los fundamentalismos porque el that´s the way it is - otro sinónimo del "lo que hay"- obliga a ser persona solo dentro de las fronteras de esta realidad eterna. Los que se sienten a disgusto en ella son solo algunos pocos seres desclasados con un sobresaliente despiste en la cabeza. Al final, te van a gustar el oro y las joyas, por mis cojones.   

Al viejo franchute no me quedaron ganas de decirle nada más. Su carácter resolutivo e ideas claras de hombre de acción lo convertían en una piedra impermeable. Al seboso me hubiese encantado enseñarle fotos de mi casa con su mismo entusiasmo y total seriedad. "Esta es mi cama, con patas de madera de bastidor, que  chirría" "Esta es mi calle, llena de adoquines y plantitas silvestres sin podar" "Esta es mi bicicleta" "Este es mi amigo camarero" etc. porque precisamente ahí, en el valor que le concedemos tanto a lo que tenemos como a nuestros deseos y aspiraciones, es en donde pueden llegar a desvanecerse muchos de los fantasmas de la ideología. El gordo debía creer que, realmente, hay mujeres que no quieren joyas ni oro, que yo no quiero tener dos coches ni dos pollas, ni ganar 50.000€ mensuales, no quiero 50.000€ mensuales, no me hacen falta, no los necesito, estoy mucho mejor con mucho menos. Seguramente la vacaburra noruega hubiera seguido sumida en sus dogmas de fe, pero bueno, en fin... ¡cómete otra burgerkín, jodía bosta!      

De regreso a Berlín, mi querido barrio algo decadente, decrecido y silencioso, me revitalizó, dándome tranquilidad y haciéndome sentir en casa de nuevo, lejos del ojo del huracán nihilista.    
        

3 comentarios:

Magey dijo...

Muy interesante, Jose. Gracias por compartir este testimonio del monstruo en su apogeo. "Lo que hay" > "that´s the way it is", traducción para apuntarse de un mantra transnacional. Lo repiten muchas canciones de los cuarenta, que si te descuidas, tarareas en el coche camino de la charca de San Felipe.

el negro dijo...

Las mujeres quieren oro, y también los negros quieren siempre oro. Muy buena crónica de viaje. Pero uno nunca está lejos del ojo del huracán nihilista, que es como el ojo de Mordor, el ojo, a pocos kilómetros de tu barrio, gruesos prebostes especulan, conspiran y deciden por ti y por mí, y sientan el ojo del ano en asientos de terciopelo y de raso sobre gruesos butacones normandos.

José Otero dijo...

En efecto, Negro, a escasos diez minutos en bici de mi casa vive Merquell en su, así llamada, lavadora (Die Waschmaschine) ante cuya entrada se levanta una majestuosa escultura del fallecido creador vascuence Chillidos. Allí se reúnen muchos especuladores a diario para hacer los deberes, es lo de estos tiempos, dicen, hacer bien los deberes, y los hacen de puta madre por ti y por mi sobre sillones de cuero blanco de la Normandía.