Cuando estudiaba en la Facultad de Bellas Artes, hace más de diez años, me advertían a cada paso del peligro que suponía "descubrir el Mediterráneo" después de haber ejecutado un par de jóvenes garabatos inspirados. Hoy, creo que la única manera de que el arte me siga entusiasmando es actuar como si dicho mar aún no hubiese sido descubierto. Llevo tiempo prometiendo un texto sobre pintura a partir de mi experiencia como pintor. El texto que sigue podría entenderse como una introducción al mismo o declaración de intenciones. Cuándo lo continuaré, solo lo sabe el buen Dios.
"Hablar sobre pintura no solo
es muy difícil sino que incluso puede que no tenga sentido, porque solo se
puede atrapar con palabras lo que pertenece al lenguaje, y con éste no tiene la
pintura nada que ver (…) Los cuadros hacen lo que les da la gana"
Gerhard Richter
He
repetido varias veces que me gustaría hablar de pintura desde dentro. No desde el punto de vista "crítico", común en el subgénero de la literatura para catálogos, sino desde el interior
del huevo. Profundizaremos sobre el huevo. Quiero creer que tiene algún sentido dar cuenta, por medio de la palabra, de lo que ocurre entre el hecho material de pintar y los pensamientos de los que ésta se
alimenta.
La
tarea de empezar a hablar sin referencias a partir de mi propia experiencia- lo
que establecería el vínculo más directo- me ha producido tanto vértigo como
pereza, así que he tenido que servirme de una guía, una obra filosófica sobre pintura con
un enfoque que me interesa bastante: “Pintura: el concepto de diagrama” de
Gilles Deleuze. Lo que haré será reseñar dicha obra y discutirla. Se trata del
texto transcrito de unas conferencias sobre pintura que Deleuze impartió en la
Universidad de Vincennes entre 31 de marzo y 2 de junio de 1981. El texto está,
por lo tanto, fuertemente marcado por un carácter oral que a los aficionados al
pensamiento nos ayuda a entender las cuestiones más complejas de la filosofía
sin que nos resbalemos con tecnicismos. De lo que sí puedo hacerme responsable es de mi competencia
sobre la práctica de la pintura. Me tomaré incluso la suprema osadía de
discutirle a este respecto algunos puntos al sabio filósofo. No obstante, lo
que en verdad me gustaría hacer sería sacudirme de encima este libro y aportar
otros ejemplos, tanto de mi propia trayectoria como de la de otros pintores con
los que mantengo un trato personal.
Antes
saqué a colación el huevo. Se trata de una cita que hace Deleuze de Paul Klee y
que dice así:
“Si
el punto gris se dilata y ocupa la totalidad de lo visible entonces el caos
cambia de sentido y el huevo se hace muerte”
Este
tipo de afirmaciones respecto a la pintura las echo mucho en falta. La mayoría
de las que escucho me dejan frío o me producen hastío y rechazo, como por
ejemplo la siguiente, escrita en el tono común de la así llamada literatura
artística.
“Se exploran las relaciones entre la idea del paisaje en la cultura occidental clásica y la
sociedad postcapitalista global contemporánea para hacer una deconstrucción
crítica de los lenguajes visuales”
Bien
podrían ser bucólicos paisajes de montaña surcados por cables del tendido eléctrico. Éstos, los así llamados statements de artista, por lo general emplean
a la ligera conceptos filosóficos con bastante historia tras de sí para
soterrar una intención puramente mercantil. A través del uso impaciente de estas etiquetas intelectuales, el artista se prestigia con la
autoridad prestada de los grandes pensadores. Manejando unos pocos de estos resabios,
que cambian según las modas en los cenáculos intelectuales, todos podemos arrogarnos
con el supuesto derecho de “ser conscientes” de lo que hacemos, autocríticos, hacer
un trabajo reflexivo, en definitiva, “controlar”, pues hoy en día parecer un artista iletrado le provoca
pánico a casi todos. Incluso cuando dichos artistas se han esforzado por entender
las fuentes de las que beben, esta aproximación concreta- y que se pretende la
única posible- al pensar las artes me aburre
muchísimo, quizás porque yo mismo he escrito alguna poca cosa sobre mi obra y la de otros en
dicho tono. Gracias al cielo, el huevo no va de esto. El huevo es, por lo
pronto, la única vía que soy capaz de entrever para que el arte deje de
resultarme un aburrimiento, un sarao desquiciante, un mero negociete travestido.
Que el arte contemporáneo se ha convertido en un circo absolutamente lamentable
es ya un lugar común para cada vez más gente. Sin embargo, dentro del huevo
todavía hay cosas a las que merece la pena seguir prestando atención. Volvamos a Klee.
Klee
no está haciendo con su, aparentemente, oscura recomendación (que yo he tomado como
leiv motiv para tratar de presentar un territorio en donde podríamos pensar las
artes de otra manera) una apología del subjetivismo o el irracionalismo. Bien
al contrario, procura ser muy certero en su descripción. Deleuze se encargará más
tarde de masticar la frase proponiendo una interpretación de la misma. Pero antes quisiera decir por qué este
apunte de Klee, y sobre todo su tono, me resulta simpático y enriquecedor; porque
emplea determinadas metáforas, de enorme sencillez tanto visual como literaria,
que responden a un problema procedimental
y material concreto en su trabajo como pintor, y lo hace de la manera más directa posible. Los
que están acostumbrados a los lenguajes pseudofilosóficos que la crítica
académica emplea- a sus serpenteantes arquitecturas teóricas, por otro lado
incapaces de aprehender algo concreto- reciben esta clase de afirmaciones con
bastantes reservas; resultan superficialmente demodé, huelen a alegoría romanticona, presentan la pintura desde una atmósfera vagamente poética y viejuna, cuanto menos sospechosa. Sin embargo yo pienso que aquí Klee y su huevo nos
están dando una lección de necesidad, que es la mejor amiga de las artes: dice
lo que tiene que decir sin sobrecargar el significado ni reducirlo.
Nosotros
-no Deleuze, sino ustedes y yo- sí vamos a reducirlo hasta llegar a un punto de
comprensión escolar, sacrificando la profundidad en beneficio de una dudosa
claridad. Klee habla del uso del gris en la pintura. En principio- y siguiendo
aún a Deleuze- el pintor distingue dos clases de gris, uno que sería nocivo para el
cuadro, que lo arruinaría, y otro que aparte de ser un “gris bueno” es
necesario para formar la composición (o diagrama, ya hablaremos de este
concepto deleuziano más adelante). El primer gris nocivo lo identifica con el
caos y el segundo con el principio de creación. Uno no es dimensional y el otro
genera las dimensiones. Como Deleuze reconoce, parece que Klee trata
de hacer “una cosmogénesis de la pintura” a partir, según mi criterio, de algo que
cualquier iniciado a la pintura tiene en cuenta. Perdonen pues mi zafia
aclaración: Klee habla del gris “de bote”
y del gris “hecho por uno mismo”. El primero es el producto de mezclar un blanco y un
negro del tubo. El segundo es mezcla de todos los colores, por lo tanto es
dimensional al tener siempre una ascendente a algo, al azul, al verde, al
violeta, etc. Tal como ocurre en la tonalidad musical, llama a algunos tonos de
su familia y rechaza a otros. ¿Qué ocurre cuando “el centro” o la totalidad de
la obra se ve ahogada por el gris perfecto, mezcla de blanco y negro, puro
caos, unidimensional? Pues que el huevo se muere. El cuadro es el huevo... y éste se
hace una mierda si abusas del gris chungo.
Como
ven, el tema en sí no es de una
complejidad especial, sin embargo Klee lo consigue llevar a su estética de una
manera que difícilmente podría ser más exacta. El tema en sí – tan querido por la literatura artística contemporánea- es
una supina banalidad, una conocida recomendación de taller para que las obras
ganen en riqueza cromática, sin embargo el que crea que es capaz de formular
dicho consejo con más sencillez y sin restarle significación, va a verse metido
en un buen lío. Déjenme hacerlo rápidamente:
“El
uso excesivo de un gris hecho con blanco y negro del bote puede perjudicar la
gama cromática que abre la composición del cuadro”
y
de nuevo Klee:
“Si
el punto gris se dilata y ocupa la totalidad de lo visible entonces el caos
cambia de sentido y el huevo se hace muerte”
Como
ven, a partir de una dificultad trivial de la que se deben hacer cargo todos los pintores- el
bendito gris (o negro) de bote- Klee es capaz de plantear toda una cosmología
que ponen mi exposición del problema a la altura de un torpe ejercicio escolar.
Que la expresión de Klee sea atrayente y bella me interesa menos que sea
exacta, que dé en el clavo como lo hace. Quizás habría que convencer a los
fabricantes de colores para que pusiesen su cita en los tubos de negro o gris. Son
esta clase de comentarios, ligados a la materialidad pero enriquecidos por el mundo propio de cada artista, los que
tanto echo en falta hoy. Se ha producido un encuentro entre el pintar y el
pensar que es exactamente el tipo de reflexión que ando buscando, por un lado
anclada al trajín del taller y sus truquillos y por otro coincidente con las formas mentales de referencia del artista, en el caso particular de Klee, su visión cosmológica del pintar que, en sí misma, tampoco me interesa demasiado. Lo que me
interesa es la correspondencia entre ambas cosas. Los artistas al trabajar pensamos constantemente estupideces junto a alguna buena idea en medio de runruneos mentales más o menos arbitrarios, de palabras- hábito que se repiten, como fantasmas, algo que traducido al lenguaje compadre de los del ramo podría denominarse como “vidilla interior”. Todas estas fijaciones pueden ser en sí mismas más o menos interesantes, más o menos banales. La cuestión importante es qué clase de correspondencia existe entre toda esa “energía mental” y el cuadro, porque sin ella no hay cuadro o el cuadro es otro. A partir de aquí, es a esto a la que me voy a referir cuando hable del huevo.
Continuará. Ya veremos... |
2 comentarios:
Sin leer a Deleuze, me gusta mas tu explicación que la práctica de lo que explicas. No se en que punto se diferencia leer majaderías de catálogos y leer majaderías de artistas. Porque admitamos que si Klee quería hablar de las diferencias entre el negro de bote y el currado a mano está un poco despistado. Y sobretodo que me importa si ya me lo contó mejor el impresionismo, o ray smith. Que lo convierte en una bonita adivinanza... bueno pues guay, yo tambien me puedo hacer una cena donde papas arrugadas= narración, alioli= pintura, mojo= figuración... y que vengas tu y lo adivines o que pase a la historia del hermetismo.
Para mi todo se reduce a escribir bien o no, y dentro de eso como escritor, te puedes acercar mas a el ensayo o mas a la poética metafórica o como se quiera llamar, y sobretodo hacerlo mejor o peor. Y luego que tenga que ver o no con tu practica pictórica. Que el artista escriba no tiene porque tener ni mas ni menos relación con su obra que cocinar potajes de lentejas. Podríamos caer en la veneración del genio romántico que todo lo que toca lo convierte en arte(del que por cierto hay una versión salvaje e iletrada). Lo que está claro es que por ser un fan confeso como lo soy de la obra de Adrián Aleman ahora no me voy a leer todas las rayadas que escriba :) y respeto que lo escriba como el respetará que a mi me gusten los frigopie.
Yo creo que en tu caso particular pintura y texto van claramente asociadas , ambas son YA parte del huevo o es que acaso no estas hablando "desde dentro" en este texto y en todos los de este blog?
y ademas escribes bien, por eso te leo a ti y paso de Klee y su rollo patatero
Estimado Alamakos: Gracias miles. En realidad estoy desbarrando de malas maneras, esa es la cosa. Me lo piden las pinturas y no sé en dónde acabará la historia. Con el librillo de Delés puedo encauzarlo mal que bien para que no ocurra que burgao=suprematismo. Me quedaría con lo último ultimísimo, el texto como correspondencia entre la "vidilla interior" y la obra, en contraposición al statement de artista. Pero bué, cuestión de gusto. Al respecto, por poner un ejemplo práctico, me fascina el tratamiento que de ésto hace Francho, con sus notas por las paredes, las cosas que cuenta, etc. Veo necesidad. Comete las lentejas.
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