Escribo este artículo animado por el comentario de un anónimo en la anterior entrada, que se sorprendía de que yo no quisiese "triunfar", cosa que traté después de explicar y que bien explicada quedó, creo. Pues bueno, ayer precisamente asistí a un espectáculo del fracaso que, visto con otros ojos, resultó ser un éxito; el concierto presentación del primer disco de Mary Ocher, "War Songs"
Me perdonarán por meterme en embolaos en los que no me llaman. No pretendo hacer una crítica musical aunque no me quede otra que comentar por encima quién es esta chica para que podamos entrarle al tema del fracaso o el triunfo. Mary Ocher canta. Con una guitarra, un piano o un sintetizador. Mas info, en su página, youtube, google o en el video cojonudo que inserto al final.
Mi primer encuentro con Mary Ocher fue el verano pasado en un festival que ella organizaba. Gozábamos de uno de esos días absolutamente radiantes y eléctricos de Berlín, que pocas veces nos regala esta ciudad gris. Cielo limpio, gente en camiseta, juventud y hormonas flotando, cervecitas al mediodía, sonrisas anónimas y buen rollismo ciudadano exacerbado; parecía que todo el mundo estaba enamorado. El festival de Ocher, por el contrario, se celebró en un antro cerrado sin luz natural, para colmo en una suerte de complejo al aire libre con mercadillo, pistas de skate, rocódromo, bares y terrazas, un lugar abierto al público en el que incluso, si mal no recuerdo, existía un escenario fuera. Había que tenerlos bien puestos para adentrarse ese día en la penumbra a escuchar aquella música tan así, ¿cómo la etiqueto? digamos "no mainstream". Los asistentes hacían orgullosa gala de un feísmo consciente que recordaba a los figurantes de Fellini. Había un hombre con un modelito alucinante, que le dejaba el pecho peludo al descubierto hasta los calzoncillos, y que había tenido la ocurrencia (y el valor) de pelarse calvo, sin serlo por naturaleza, con dos moñitos en la parte trasera de la cocorota. Fue un festival memorable, o sea, difícil de olvidar.
El concierto de ayer, según se anunciaba, empezaba estrictamente a las once de la noche. Llegué a las y media. La sala estaba bastante llena y Mary Ocher continuaba aun enchufando cosas y probando sonido. Mientras más trastejaba entre los instrumentos y cables, visiblemente nerviosa, más gente venía. En un momento se disculpó y anunció que el concierto debía atrasarse cuarenta minutos, que nos fuéramos, que al lado (en el mismo club) había un dj muy bueno. "Bonita forma de espantar a la audiencia", pensé. Curiosamente la mayoría se quedó en esa sala. Mary seguía probando sonido y cantaba alguna cosa suelta en una atmósfera de improvisación e incertidumbre extraña, entre el rechazo y el magnetismo. Tras un telonero, Mary empezó, a las doce y cuarto si mal no recuerdo, con su show del fracaso. Se le rompió una cuerda nada más comenzar, se le perdieron los papeles con las letras de los temas que quería tocar (¡temas nuevos en la presentación de su disco!) le daban accesos de risa nerviosa en medio de las canciones, hablaba de boberías y pedía disculpas por todo, se le caían las cosas al suelo, si pisó el cable de la guitarra arrancando el jack y quedándose sin sonido más de cuatro veces, pocas fueron, el técnico tuvo que asistirla una vez en el escenario para no sé qué asunto... en fin, los parones por errores y la torpeza escénica ocuparon casi la mitad del concierto. A todas estas yo me preguntaba si aquello era un show preparado, porque tal talento para el desastre era dificil de concebir y mucho más en un concierto tan básico. El colega con el que fui al evento me aseguraba que nada de eso estaba planeado. Él ha ido a muchos conciertos de Mary Ocher y son siempre así, un desastre natural. Y sin embargo, he aquí lo más alucinante, con todo, ella conseguía mantener la atención del público y, cuando el caos le daba algún respiro, la música sonaba y los asistentes disfrutamos de sus canciones. La sala continuó abarrotada hasta el final, en el que la colega se marcó un tema asesino con un barato ritmillo pregrabado acid house ante el que era dificil no salir espantado. Incluso así le pidieron un bis.
¿Es todo esto una estrategia para triunfar de la manera ortodoxa, pero dándole una vuelta de tuerca irónica, a ver si así cuela? ¿O se trata de un sincero elogio al fracaso, de un homenaje implícito a los que no pueden o no quieren subir hacia la cúspide de la pirámide, digamos MTV o digamos MoMA de New York? Me gustaría pensar que lo segundo. El conciertito de ayer me hizo recordar y valorar de nuevo la empatía que profeso hacia el fracaso y la tirria que le tengo al éxito, tal y como se lo entiende normalmente en mi profesión, una profesión, no sé por qué razón, absolutamente llena de cretinos y gilipollas. Más que una expresión del masoquismo (porque el fracaso en mayor o menor medida duele y no me gusta el dolor en ninguna de sus formas) fracasar es para mí una resistencia ante unos modelos a imitar con los que no estoy conforme. Esa resistencia hace que los artistas que conozco y más me gusten sean fracasados o, digámoslo de manera más suave, se sitúen conscientemente un poco al margen de las grandes jugadas del mundo del arte. Estoy convencido de que esa renuncia, esa resistencia, le imprime un carácter único, reconocible y objetivo a las obras. En general, todos los cuadros buenos son paradójicamente grandes fracasos. El artista entra al estudio a fracasar, a vérselas con algo que está siempre en su contra y que solo puede "arreglar" o "reparar", con experiencia y saber hacer, redimiendo la materia.
El fracaso no tiene por qué ir asociado a aquel mito del artista torturado que vive en la penuria y solo es reconocido tras su muerte, sino a un cambio en los patrones a imitar, en los espejos en los que mirarse, en las aspiraciones respecto al propio recorrido artístico, que finalmente desemboca en una pregunta existencial básica: ¿qué coño queremos? ¿a qué le vamos a dar valor? Y ahora, bajando a la tierra: ¿Por qué nos tiene que caer bien Fulanito de los Palotes, que es un mediocre de tomo y lomo, aunque trabaje con la súper Galería Talicual? ¿Por qué tengo que ser amigo de un tipo aborrecible con una gran agenda de contactos? ¿Por qué esa galerista vieja, chocha y repulsiva forrada de billetes, a la que ignoraría en otro contexto, es de repente tan entrañable? ¿Por qué tengo que ponerle cara de interés a un curator del tres al cuarto que cita a Benjamin sin haberse leído uno solo de sus libros? ¿Por qué son las cosas así si no son así? Se me dirá: "porque solo así se triunfa" Salud, y les dejo con Mary.